domingo, diciembre 18, 2005

Javier Marías habla de su padre




[...] Y quizá en mis últimos libros -aunque no sea ése el tema principal- esas páginas en las cuales se cuentan cosas que he oído yo, incluso de primera mano -aparte de la función que tienen novelísticamente dentro de la obra, de Tu rostro mañana en concreto, por ejemplo-, obedecen un poco a eso: que se sepa que esto lo hubo, que se sepa que esto existió. Y he contado muy poco al lado de lo que realmente hubo.

ELIDE PITTARELLO: ¿Es para resarcir en parte a personas que eligieron el silencio, como por ejemplo tu padre?

JAVIER MARÍAS: Supongo que en parte sí. Mi padre en concreto es una persona que curiosamente ha sido bastante maltratada por este país, primero por unos, luego por otros. No me apetece mucho hablar de ese tema, porque es demasiado personal. Habrá tenido sus defectos como todo el mundo, y sus carencias, pero en conjunto ha sido una persona que, a diferencia de mucha gente de su generación, mantuvo una actitud digna. No hizo nunca componendas con el franquismo. Por ejemplo, a él le prohibieron cualquier acceso a la universidad como profesor, porque estaba represaliado desde el año 39. Pero en los años cincuenta, creo, cuando las cosas empezaban a ser un poco menos extremas, se habló de que pudiera incorporarse como profesor en la universidad. Entonces, para poder dar clases en la universidad, y para ser catedrático no digamos, tenía que jurar fidelidad a los principios del Movimiento. Cosa que todo el mundo hacía, aunque fuera antifranquista. Era lo que había que hacer y lo hacían cruzando los dedos por detrás. Mi padre no quiso hacerlo nunca, ni siquiera a sabiendas de que nadie iba a tenérselo en cuenta porque era, digamos, algo imperativo para poder tener acceso a la universidad. Mi padre no quiso jurar fidelidad a los principios del Movimiento. La mayor parte de la gente -gente muy digna y gente muy noble- sí lo hizo, porque la ley obligaba a hacerlo. Y allá cada cual con su conciencia. Es un pequeño ejemplo de esa dignidad que él tuvo. Sin embargo, he leído en algún sitio que incluso se le asociaba al franquismo, lo cual es verdaderamente injusto y grotesco. Quizá sí hay algo de eso, no tanto en las novelas como en algunos artículos que he escrito. Yo las novelas no las escribo como ciudadano. Si cuento una historia de él es porque, insisto, en gran medida esa historia a mí me servía para el propósito general de la novela. No es a la inversa, que para reivindicar la figura de mi padre haya hecho una novela, eso no, en absoluto.

SER HIJO DE ESCRITOR

ELIDE: La relación con tu padre ha cambiado con respecto a tus comienzos de escritor. Entonces te resultaba incómodo ser hijo de Julián Marías.

JAVIER: Sí, la verdad es que al principio, cuando empecé a publicar y era tan joven, hubo una situación un poco ridícula. Los escritores pueden ser hijos de zapateros, de carpinteros, de arquitectos, de médicos y a nadie le parece raro. En cambio, si un escritor es hijo de otro escritor, aunque sea de géneros distintos, parece sospechoso. La verdad es que mi padre no ha sido nada nepotista nunca, sino más bien todo lo contrario, y yo le debo muchas cosas, pero no realmente beneficios o favores a la hora de conseguir publicación. Jamás he conseguido un empleo a través de él, ni he tenido nunca lo que se llama un enchufe, jamás. El apellido mío no es un apellido frecuente, con lo cual era fácil pensar que había relación. Tampoco lo he ocultado nunca. Pero sí, yo intentaba mantener cierta distancia, para que no pareciera que estaba bajo su ala cuando nunca lo estuve. Con los años me ha ido muy bien en algunos aspectos, he sido afortunado y he tenido mucha suerte. A veces, en lugar de preguntarme: "¿Usted es hijo de Julián Marías?", le preguntan a él si tiene algo que ver con Javier Marías. Estas cosas son ley de vida. Más bien creo que, en conjunto, han sido más los inconvenientes que las ventajas. He tenido ventajas de índole biográfica: nací en una casa llena de libros, he estado rodeado de un ambiente en el cual se fomentaba que leyera y por tanto que escribiera cuando empecé a escribir. Pero a efectos prácticos, en lo que se refiere a privilegios o favoritismos por ser hijo de escritor, más bien me he encontrado con bastantes inconvenientes durante bastantes años. Pero bueno, en la medida en que eso quedó un poco atrás y que mi propio nombre parecía bastarse por sí solo, no he tenido inconveniente en escribir algún artículo que otro que deshiciera equívocos sobre su figura.

ELIDE: ¿Hay más diálogo con él ahora que durante tu juventud?

JAVIER: Bueno, en la juventud no se hablaba mucho. Los padres aburren, se ven como una mezcla de inquisidores que intentan controlarlo a uno. Lo normal es cierta reacción contraria a aquellas cosas que a los padres gustan o que a los padres interesan más. Pasé por ese proceso y efectivamente el tipo de diálogo que podía tener con mis padres era más bien del tipo: "que me dejen en paz y que no me molesten y que no se metan en mis cosas y que no intenten influirme", sin que tampoco hubiera grandísimos enfrentamientos, ni nada por el estilo. Por fortuna tanto mi padre como mi madre eran muy liberales y muy tolerantes. Pero es verdad que a medida que iban pasando los años, a partir de los treinta y tantos, empecé a plantearme lo que es obvio. Es un proceso muy lento y muy tardío, yo creo que nos pasa a todos, sean el propio padre o la propia madre escritores o sean lo que sean. Y es que uno tarda mucho en interesarse por las figuras paternas, más allá de su papel de padre o de madre. Pero hacia los cuarenta años de pronto empecé a plantearme lo que es una obviedad y que sin embargo cuesta mucho ver. Es decir que mis padres, además de mis padres, son personas autónomas que durante muchos años no fueron padres ni de mis hermanos, ni de mí, ni de nadie, y que tenían sus esperanzas o sus ilusiones o sus problemas. Y pensar en el padre joven o la madre joven, o en la madre niña incluso y en el padre niño, es muy difícil, se llega muy tardíamente a eso. Verlos como individuos, aparte del papel que han desempeñado desde que uno nació. Pero ese recorrido lo he hecho. Sí me he interesado, una vez que he entrado en eso. Esas personas a las que uno ve de modo principalmente utilitario durante la infancia y durante la adolescencia y probablemente la primera juventud, verlas exentas de mí mismo, por así decir.

(Fragmento de la conversación mantenida por Elide Pittarello con Javier Marías en mayo de este año, publicada en el libro Javier Marías de la colección “Entrevistos”, RqueR, Barcelona, 2005, que acaba de salir a la venta)