lunes, febrero 13, 2006

Tres narradores contemporáneos

Suele hablarse, por ejemplo en una reciente colección de la editorial Crítica, de clásicos contemporáneos. Nada tiene que ver esa categoría con el tiempo. Los tres volúmenes que nos ocupan abren la nueva colección «Cuadernos de narrativa» y tratan de tres narradores de hoy que podrían recibir tal calificativo y sin embargo todavía están creando su obra, incluso están en plenitud de tal creación. En el volumen dedicado a Javier Marías, por ejemplo, se estudia el primer tomo de Tu rostro mañana, y se ofrece una nota bibliográfica sobre el segundo. Es decir, no hablamos del clásico como el precipitado de eso que Harold Bloom llamaba «los libros de los siglos», sino que estamos hablando de otra cosa. Quizá pudiera ilustrarlo un formidable ensayo de Frank Kermode dedicado a la noción de clásico. Dice que es aquél que suscita una ininterrumpida conversación de la crítica durante los años siguientes -quizá siglos (eso está por ver)- a su publicación. Esa conversación, advertía Kermode, implica que cada época varía no solamente los contertulios sino también el énfasis, los asuntos, lo que se ha llamado desde Gadamer el «horizonte de expectativas» (idea que popularizó Jauss); en definitiva, la interpretación de aquello que se lee. Pero solamente los libros y autores que suscitan tales modificaciones de horizonte perviven y pueden llegar a ser en rigor clásicos. Georges Steiner iba más allá y le daba la vuelta a la tesis de Kermode: clásico, decía Steiner, no es el libro al [que] siempre volvemos, sino aquél que nos interroga, que nos sitúa a nosotros mismos. Tal cosa la consiguen muy pocos autores. Otros muchos, casi todos, quedan como flor de un día (diríamos, para ser exactos, flor de estantería).

DESDE 1996

Y voy a otro asunto parejo: el del canon. Ciertamente confirmarse como clásico tiene bastante que ver con lo que de modo laxo se llama el Comentario, la Crítica, la Historia de la Literatura, y todo lo que acompaña a la crítica cultural o a la Universidad como instrumentos o vehículos de canonización. Las tesis que una obra reciba, los libros que suscite, los cursos de doctorado que anime, los congresos que propicie, van aminorando la dependencia cada vez más perversa de la literatura (sobre todo de la novela) con el mercado, y permiten que expertos sin otro interés que el histórico y el estético lancen al aire sus interpretaciones. «Al aire» he dicho, pero lo hecho en una Universidad, en un seminario o congreso, puede quedar en el vacío o en el reducido espacio de colegas enterados. Por ello hay que aplaudir la idea, y es lo que me parece más significativo de los tres libros que reseño, de que una editorial comercial, con prosapia en el mundo filológico, dé su cobertura a los Cuadernos de Narrativa, una revista publicada por las editoras de los volúmenes, que ejercen en la Universidad de Neuchâtel y que organizan allí cada año, desde 1996 (que abrieron con un volumen de recepción del Quijote), un seminario sobre un autor de prosa narrativa. Tal seminario reúne durante tres o cuatro días al autor mismo (excepto en el caso de Marías, que envió una breve nota), y con él a algunos de los más prestigiosos críticos sobre su obra. A los tres que ahora se editan, correspondientes a los seminarios habidos en 1999 (Luis Mateo Díez), 2002 (Merino) y 2003 (Marías), habría que añadir (y se prometen) los dedicados a Muñoz Molina (1997), Llamazares (1998), Millás (2000), Vila-Matas (2002), Alvaro Pombo (2004) y Cristina Fernández Cubas (2005). No todos los citados tienen igual altura y rango, ni a todos conviene el adjetivo comentado de clásico. Sí a los tres que ahora se reseñan, por lo que ha sido un acierto comenzar la colección con ellos.

Cada uno de los libros y autores merecería una reseña, porque es mucho el interés de cada volumen en particular, con ensayos inencontrables y alguno decisivo para entenderlos, pero me voy a referir a los logros de la colección, a aquello que tienen en común. En especial es formidable la idea de que cada uno de los tres autores abra el libro dedicado a él con unas palabras sobre su propia obra, que se llena en los tres casos de una ironía sabia, aunque en el caso de Marías tengamos que lamentar que se limite a una breve nota sobre las «turbaciones» que su obra genera. Menos mal que Elide Pitarello sí realiza sobre él un ensayo global que vale como poética de su creación en casi toda su obra.

No todos los autores tienen capacidad discursiva, y lucidez o autoconciencia. Los tres señalados son proverbiales por haber construido su obra desde un privilegiado sentido de lo que querían hacer. También es de destacar que una familiaridad tan grande como la que hay entre José María Merino y Luis Mateo Díez se beneficie aquí, en cada volumen, del concurso del otro.

EN MEDIO DE LA BATALLA

Otro rasgo común a los tres volúmenes, que merece ser destacado: la novela española de hoy es un territorio informe, y de difícil acceso, por eso mismo, porque estamos en medio de la batalla, y es realmente ímprobo el esfuerzo por lograr visiones de conjunto. Es decir, tener perspectiva histórica. De ahí la oportunidad de estos tres volúmenes, porque al margen del valor de las contribuciones aisladas de éste o aquel crítico (las hay obviamente de diferente enjundia y quizá convendría seleccionarlas más en el futuro), suponen para estudiosos y lectores cultos interesados la oportunidad de tener una introducción suficiente a la obra del autor, pero sobre todo una bibliografía muy puesta al día que le permite ir cómodamente a su estudio con garantías. Eso es un gran servicio, que permitirá a muchos estudiosos de este tronco denominado hispanismo contar con una herramienta útil para que aquello que llamamos crítica e historia salga tanto del reducto universitario de especialistas como la novela de los espacios fungibles del mercado. Podremos así separar el grano de la paja.

JOSÉ MARÍA POZUELO YVANCOS

Abc de las artes y las letras, 11 de febrero de 2006