sábado, noviembre 04, 2006

La Constantinopla «redondina»

Cosa muy distinta es La caída de Constanstantinopla 1453, que ahora publica el editor Javier Marías (todo que ver con el novelista del mismo nombre) en su colección «Reino de Redonda». El libro, que de jovencito leí también en la colección «Austral», fue publicado en 1965. Para entonces, Sir James Stevenson Runciman (1903-2000) era uno de los más distinguidos medievalistas del planeta. Y, por cierto, uno de los últimos representantes vivos de aquella escuela narrativa de historiadores que se inició con Herodoto y Tucídides y se prolongó con altibajos hasta la época de la revista Annales, cuando los (también grandes) Marc Bloch y Lucien Febvre, más interesados por la longue durée, pusieron coto al énfasis desmesurado en la historia política, diplomática y fáctica que había caracterizado a la historiografía decimonónica. El excéntrico Runciman -hablaba docena y media de lenguas, algunas rarísimas, era un bon vivant divertido y erudito, sentía una atracción especial por el ocultismo- no sólo fue un gran historiador, sino un excepcional y elegantísimo narrador. Y es a cuenta de su especial habilidad para subrayar magistralmente las cualidades novelescas del material histórico por lo que, imagino, el narrador-editor Marías rescata ahora una de sus obras fundamentales. Si les gusta la historia bien contada -la que se lee como una novela-, y están hasta el moño de los subproductos noveleros, éste es su libro. Sobre todo porque, como dice Antony Beevor (duque de Stalingrado en la corte republicana de Redonda) en el prólogo que ha escrito especialmente para esta edición, La caída de Constantinopla 1453 «describe la que quizás sea la mayor tragedia de todos los tiempos». Un veredicto un poco exagerado. Aunque quizás no tanto, tal como están las cosas.

MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO

Abc de las artes y las letras, 4 de noviembre de 2006