miércoles, noviembre 15, 2006

NUEVO LIBRO DE REINO DE REDONDA: LA CAÍDA DE CONSTANTINOPLA 1453


LA CAÍDA DE CONSTANTINOPLA 1453
Sir Steven Runciman
Nota previa de Antony Beevor
Epílogo de Javier Marías
Traducción de Panteleimón Zarín
Reino de Redonda
410 páginas
Primera edición: septiembre 2006
Distribución: ÍTACA S.L.






"Este decimotercer volumen del Reino de Redonda está dedicado a Tano Díaz Yanes, único Duke redondino, que yo sepa, que primero fue profesor de Historia y después ha sabido imaginar y filmar grandes batallas."
EL EDITOR





ÍNDICE

La mayor tragedia de todos los tiempos (Nota previa)
por Antony Beevor

The Greatest Tragic Drama of All Time (Prefatory Note) by Antony Beevor

LA CAÍDA DE CONSTANTINOPLA 1453

Prefacio

I. El ocaso de un imperio

II. Auge del sultanato

III. El emperador y el sultán

IV. El precio de la ayuda occidental

V. Preparativos del asedio

VI. Comienza el asedio

VII. La pérdida del Cuerno de Oro

VIII. Las esperanzas se desvanecen

IX. Los últimos días de Bizancio

X. La caída de Constantinopla

XI. El destino de los vencidos

XII. Europa y el conquistador

XIII. Los supervivientes

Apéndice I. Principales fuentes para una historia de la caída de Constantinopla

Apéndice II. Las Iglesias de Constantinopla tras la conquista

Bibliografía

El terreno sin confines (Epílogo)
por Javier Marías

APÉNDICES

Appendix I/ Apéndice I: M P Shiel's and John Gawsworth’s Redonda/ La Redonda de M P Shiel y John Gawsworth (updated/ puesta al día 2006)

Appendix II/ Apéndice II
: Jon Wynne-Tyson's Redonda/ La Redonda de Jon Wynne-Tyson (updated/ puesta al día 2006)

Appendix III/ Apéndice III: Javier María's Redonda/ La Redonda de Xavier Marías (updated/ puesta al día 2006)





El terreno sin confines (Epílogo)

Hace ya años, en 1973, aparecieron en España dos obras firmadas por Steven Runciman, historiador inglés nacido en 1903 y probablemente la mayor autoridad mundial del arte, la historia y la civilización bizantinas. Se trataba, por un lado, de la reedición en tres volúmenes de la Historia de las Cruzadas (A History of the Crusades, 1954) según la magnífica versión de Germán Bleiberg, (1) y, por otro, de La caída de Constantinopla (The Fall of Constantinopla 1453, de 1965).(2)

Aunque supongo que el doble acontecimiento sería reseñado en su momento por las publicaciones especializadas en Historia, creo, sin embargo, que en estos libros -sobre todo en el segundo de ellos, al que me ceñiré- se da perfectamente ejemplarizada una circunstancia que valdría la pena comentar: la invasión (si es que se puede hablar de tal) por parte de la literatura de terrenos que en teoría le están vedados.

Tras tres capítulos introductorios que resumen la lenta decadencia del Imperio Bizantino, llena de altibajos, y describen la situación geográfico-política, religiosa y económica de la zona (es decir, que ponen en antecedentes al lector y ante los que en modo alguno debe desanimarse el que sea impaciente), Steven Runciman da comienzo a la narración de los preparativos y del asedio de la ciudad por parte de los turcos. Y es aquí donde se produce el fenómeno que me llama la atención: el relato escrupulosamente objetivo, rigurosamente cronológico, distante como todo texto eminentemente descriptivo, interrumpido con frecuencia por observaciones marginales disipadoras de toda posible tensión, se lee con tanto apasionamiento como se devoran las páginas de una gran novela. En un principio podrían encontrarse respuestas bien sencillas que explicaran esta circunstancia: desde que la Historia no tiene por qué no ser apasionante hasta que es el mismo tema de la obra lo que aporta un material literario. Bien, si hacemos repaso de los avatares y dificultades por los que a lo largo de varios meses de sitio atraviesa la ciudad; si pensamos en la desesperada pero elegantemente asumida situación de los bizantinos; si estudiamos los caracteres de los personajes involucrados en la defensa que se dejan vislumbrar a través del escueto texto (Giustiniani, el militar genovés "experto en sitios", el fatigado emperador Constantino, el astuto cardenal Isidoro o el demente noble castellano Francisco de Toledo); si, en suma, consideramos la decisiva intervención del azar (una herida inoportuna, una poterna abierta por descuido que permitió a los turcos el acceso a la ciudad) a lo largo de todo el episodio, se podría pensar que tales explicaciones bastan. Pero hay muchos libros de Historia tediosos por apasionante que sea su tema: lo importante no es que el material sea literario, en consecuencia.

En ningún sitio como aquí viene a propósito la construcción a pesar de, o precisamente por ello. Steven Runciman es un historiador y no un literato: su libro, en teoría, tendría que estar coercido por sus propios elementos, ajenos por completo al quehacer literario: fechas, datos en exceso concretos, interminables listas de nombres que al lector profano no le dice nada, erudición en definitiva; y sobre todo, pesaría sobre él la tremenda prohibición de inventar. Y sin embargo, a pesar de todo esto, o precisamente por ello, La caída de Constantinopla es una creación literaria extraordinaria. Runciman, sabedor de que su material se prestaba a la aventura, ha rehuido en su prosa todo lo que de novelesco se le ofrecía. Si en cualquier instante hubiera caído en la comprensible tentación de "novelar", es justamente entonces cuando su obra no habría tenido nada de literatura, de buena y auténtica literatura. Habría constituido un pastiche, un ejemplar más de ese género híbrido que trata de satisfacer indiscriminadamente: nada tan indeseable como la biografía o la historia noveladas. Pero Runciman, por el contrario, se ha abstenido de hacer el menor hincapié en la brillantez de los personajes, de toda dramatización de una situación dramática, de todo comentario "original" y sorprendente. Su voluntad de no hacer literatura es precisamente lo que ha convertido su crónica en una excelente novela que sugiere pero no muestra, que hace fantasear al lector en lugar de aplastarlo con lo evidente. Con sobriedad no exenta de humor, sin aspavientos y con limpieza, Runciman va narrando los acontecimientos y dejando el resto entre las líneas. Utilizando tan sólo la armazón, su prosa no desmerece de la de casi cualquier autor inglés contemporáneo. Y es que lo literario, la cualidad literaria, a fin de cuentas no reside en el tema ni en el punto de vista ni en la intención de conseguirla ni en la proclamación de su consecución. Una vez más se nos aparece el misterio de la invisibilidad de los confines: podríamos preguntarnos, tal vez, si en realidad los hay.

JAVIER MARÍAS
Mayo de 1976
Enero de 2006

1. Revista de Occidente. Reeditada en 1973 en Alianza Universidad.
2. Editorial Espasa. Colección Austral, 1973, 1997.