jueves, febrero 22, 2007

Julián Marías y el salacot



[…] Junto a la entrada había un armario,…; en la repisa superior había sombreros, casi nadie los usa hoy en día, entre ellos vi un salacot auténtico y no pude evitar cogerlo, parecía antiguo, con su barboquejo de cuero para fijarlo al mentón y su forro verde gastado, en el cual se veía una vieja etiqueta muy cuarteada en la que aún era legible: 'Teobaldo Disegni', y debajo: '4 Avenue de France', y debajo: 'Tunis'. De dónde habría salido, sería del padre de Deán o de Marta, lo habrían heredado como el niño heredaba los aviones colgantes de la infancia paterna. Me puse el salacot y busqué un espejo en el que mirarme, fui al cuarto de baño y tuve que sonreírme al verme, colonial en invierno con abrigo y bufanda, la sonrisa no duró nada, el niño, no había querido pensar en él -es decir, concentrarme- en todo aquel tiempo, pero ya sabía, me temo que sabía desde el principio intuitivamente, sabía de las tres posibilidades que se me ofrecían y también cuál sería la elegida. Me quité el salacot, lo dejé en su lugar y cerré el armario (se apagó su bombilla). …

Javier Marías, Mañana en la batalla piensa en mí, 1994

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