miércoles, agosto 08, 2007

Contra los ojos de Machado

Cuando yo venía de niño a Soria, en verano, cuatro eran los paseos clásicos: al Mirón y los Cuatro Vientos, al Castillo, a las Eras y a San Saturio. El tercero hace ya tiempo que por lo visto dejó de existir; el segundo está muy afeado por el nuevo y muy feo parador; al cuarto se le han hecho arreglos dudosos, demasiado en beneficio de los coches. El primero lo acaban de echar a perder.

Sin saberlo, me llegué anteayer hasta allí, y cuando me disponía a sentarme en los bancos de piedra de los Cuatro Vientos, me encontré con que los tres más privilegiados habían desaparecido para dejar su sitio a un mamotreto de hierro oxidado o algo así -dicen que es una escultura- que arruina la vista que se divisaba desde esa punta. Lo más paradójico del asunto es que se trata de un artefacto en homenaje a Machado, pues sabido es que a él le gustaba acercarse al Mirón, en compañía de su mujer Leonor, y contemplar desde lo alto el amplio paisaje, el río, el puente romano y -parcialmente- los arcos de San Juan de Duero. La mole en cuestión, a menos que uno la sortee y se ponga delante de ella, o se siente en su enorme y disparatada base de cemento- impide u obstaculiza la visión de todo eso, y desde luego hace imposible que los visitantes admiren lo que los ojos de Machado veían. Si al menos el mamotreto se hubiera colocado a un lado, o más atrás, sin sacrificar los bancos de piedra en los que tantos nos hemos sentado, podría pasar. Porque no es que yo lo encuentre muy feo -tampoco bonito, a fe mía-, pero es un verdadero sinsentido que, para homenajear a Machado, se destruya lo que le gustaba mirar.

Uno se pregunta en qué cabeza cupo semejante idea (me temo que en alguna del anterior equipo municipal). Es como si esa cabeza hubiera pensado: "Para honrar al poeta, vamos a cargarnos lo que a él lo hacía disfrutar. Para que la gente sepa que aquí venían él y su mujer, y se sentaban a admirar el panorama, vamos a procurar que ese panorama no lo vea ya nadie en condiciones". Para mayor despropósito, la mole tiene unos versos ilegibles en los que se menciona el Espino, lo cual contribuirá a que los turistas crean que éste es el nombre de los Cuatro Vientos. Y tiene también un vano, en el que supuestamente se recortarían las siluetas de Don Antonio y Leonor, y en el cual -me dicen- muchas parejas, de novios o no, se harán fotos ocupando su lugar. Es una idea propia de barraca de feria (¿quién no ha asomado alguna vez la cara entre un traje de luces y una montera, por ejemplo?), pero es que además no creo que la altura de esas supuestas siluetas -hace falta cierta imaginación para verlas- encaje con la de nadie, ni siquiera con la de Pau Gasol. Y si de lo que se trata es de "enmarcar" la vista, resulta que lo que uno ve de frente, a través de ese vano, no es el río ni San Juan de Duero, sino el muy feo parador. Y maldita la falta que le hace a un lugar así, con su sensación de espacio, amplitud y libertad, que se lo "enmarque", esto es, que se lo delimite, obstruya y obstaculice.

Me cuentan que en cualquier caso la vista quedará pronto arruinada, aunque el actual Ayuntamiento tuviera la sensatez de desplazar este mamotreto a otro punto donde no atacara lo que los ojos de Machado vieron: al parecer, cerca de la carretera de Almajano que desde allí se divisa, se va a construir un polígono que la echará a perder. Pero en fin, para esa atrocidad queda algo de tiempo, entiendo, y en cambio la mole ya está instalada en los ahora destrozados Cuatro Vientos. Entre esto y la tremenda base que se ha puesto a la otra escultura machadiana reciente, la del Chupete, sustituyendo además el bonito césped anterior por un más bien cursi parterre floral, uno empieza a desear que nunca se hubiera cumplido este centenario de la venida de Don Antonio a Soria, porque va a dejar peor de lo que estaba la ciudad, y al poeta solamente lo va a traicionar.

JAVIER MARÍAS

Heraldo de Soria, 5 de agosto de 2007