viernes, diciembre 14, 2007

Palabra y pensamiento

Con Veneno y sombra y adiós finaliza el ambicioso proyecto narrativo de Javier Marías titulado Tu rostro mañana. Las mil seiscientas páginas de esta novela publicada por entregas ─la primera parte apareció en el 2002 y la segunda, dos años más tarde─ confirman la maestría narrativa de Marías, que ha llegado a superar técnicamente la que hasta ahora era su mejor obra literaria, Mañana en la batalla piensa en mí (1996).

En este volumen Jacobo Deza prosigue con el relato de su estancia en Londres como miembro de una sociedad secreta. La peculiar capacidad del protagonista para desentrañar acciones prefiguradas en el rostro de sus semejantes va enriqueciéndose con su creciente interés por los hechos del pasado que han marcado el curso de nuestra contemporaneidad, en especial gracias a lo que cuentan dos personajes que ya parecen pertenecer a otro tiempo: el profesor Wheeler (trasunto literario del maestro Peter Russell) y su padre Juan Deza (en la realidad, el filósofo Julián Marías).

El pensamiento analítico, incesantemente interpretativo de Jacobo sigue empeñado en descifrar lo que en ocasiones denomina “el estilo del mundo” y de aquí viene su preocupación por el lenguaje como transmisor de la inexplicable realidad, sus frecuentes digresiones, todos los meandros por los que transita dubitativo su discurso: “a veces me vienen ganas de no prestar más atención a mis semejantes ni al mundo” (358) dice Deza tras contemplar el agotamiento intelectual en su propio padre.

Es justamente en esta entrega en la que mejor se percibe todo el virtuosismo narrativo del escritor madrileño: donde había lagunas expositivas, incertidumbre, sombra, Marías arroja luz hasta convertir su relato en un diáfano territorio en el que no quedan cabos sueltos ni zonas oscuras. Por su parte se observa en esta volumen un mayor protagonismo de la anécdota novelesca: algunas escenas son memorables como la persecución de Jacobo a su rival sentimental Esteban Custardoy por las calles madrileñas.

También hay que destacar la profundidad moral de muchas de las disquisiciones de Deza, por ejemplo, la reflexión a propósito del cuadro de Hans Bandung Grien Las edades y la Muerte (esta última de presencia angustiosa en la narración) que el protagonista contempla en el Museo del Prado: puede decirse que son unas páginas sin parangón en las últimas letras españolas. En suma, nos encontramos ante un inteligente mosaico muy mariasiano, de palabra y pensamiento.

SANDRA NAVARRO

La Rioja, diciembre de 2007