sábado, junio 28, 2008

SILLÓN DE OREJAS


Todos somos peores

Bueno, pues Et in Santillana Ego. Quiero decir que yo también estuve allí, con los maestros y sus lecciones, en ese segundo encuentro del que todos salimos satisfechos. Los maestros estuvieron mejor que sus glosadores, como era de rigor. En sólo dos convocatorias han pasado por la Torre de don Borja, a) Goytisolo (Juan), Fuentes y Saramago, y b) Vargas Llosa, Marías y Pérez-Reverte, en su mayoría autores "de la casa". Han colocado el listón muy alto, de modo que los organizadores tendrán que hacer un pensamiento si no quieren que les suceda como a los de los premios Cervantes, que agotaron pronto a los "literary galácticos" (así llama The Guardian a los primeros espadas en los que coinciden excelencia literaria y reconocimiento popular) y durante un tiempo tuvieron que conformarse con las Dulce María Loynaz o los José García Nieto. Y, ya puestos a sacar punta, canta un poco lo de la ausencia de maestras: yo creo que es hora de incorporar a alguna, que no faltan. Al menos hay bastantes más que en la ridícula proporción en que están representadas en ese androceo que es la RAE, con sus simpáticos cancerberos fijando y dando esplendor displicentemente a las esencias (con frecuencia falócratas) de una lengua que es también la de usted, improbable lectora. Por lo demás, todo estuvo bien. Quizás sorprendió un poco por su agresividad (aviso: en lo que sigue me la cojo con papel de fumar) la parte central del discurso de don Arturo Pérez-Reverte, que parecía redactado desde una herida infligida por quién sabe qué crítico quién sabe cuándo (pero, en todo caso, hace mucho). Quizás el autor de La tabla de Flandes redactó esa parte de su -por lo demás- bien construida exposición en un "día de cólera", pero lo cierto es que me dio la sensación (sólo hablo por mí) de que su diatriba contra los "cagatintas analfabetos" o los "parásitos iletrados o esnobs" era un desahogo excesivo justo cuando el autor ha conseguido casi todo lo que se había propuesto: escribir lo que le da la gana, venderlo abundantemente en todo el mundo y, además, gozar del reconocimiento del público, de la Akademia, y de gran parte de la crítica. Mutatis mutandis, el tronante Pérez-Reverte y sus "cretinos" implícitos se me antojaban en mi turbia imaginación actores contemporáneos del drama gore de Santa Juliana, patrona de Santillana, cuyo martirio a cargo de su ofendido marido, el prefecto Eluzo, viene así descrito en un texto que pude leer ante el retablo del altar de la hermosísima Colegiata, en el que el suplicio de la santa está representado con un naturalismo que venga Rouco y lo pinte: "Mandó despedazar el cuerpo de Santa Juliana con azotes tan fuertes, que se fatigaron las fuerzas de seis verdugos. Después la mandó suspender de los cabellos, quedando su semblante enteramente desfigurado. Hizo destilar sobre su cuerpo desnudo estaño derretido y que al mismo tiempo le abrasasen con hachas encendidas". Y como, a pesar de todo, Juliana no daba su brazo a torcer, Eluzo (otras fuentes lo llaman Evilasio, pero ninguna Arturo) mandó que la trajesen a su presencia y hallándole cada instante más firme, la sentenció a que la (sic) cortasen la cabeza...". Un poco de piedad, maestro.

Hulk

En el fondo, Hulk no es exactamente un supervillano, sino un tipo al que un fortuito bombardeo de rayos gamma ha pulverizado el umbral de resistencia a la frustración. Cuando al pobre doctor Bruce Banner le tocan demasiado las pelotas, la tensión se le dispara y surge de sus entrañas el Hulk (antaño lo llamábamos míster Hyde) que todos llevamos dentro. Y es que, en cuanto escarbamos un poco, "todos somos peores", según la apodíctica sentencia de don Enrique Manera y Cao, bisabuelo de Javier Marías. (continúa)

MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO

El País, Babelia, 28 de junio de 2008