“… Para distraer durante veinticinco años unos ratos de ocio me he dedicado al ejercicio de la literatura, y de esa suerte he publicado una veintena de libros. Para despejar la cabeza de las obsesiones literarias me he dedicado a veces a pintar operaciones navales, cuyo resultado a la vista está. En fin, tras la fatiga provocada por el color y el dibujo, he buscado el descanso en el collage cuyo resultado también está a la vista. Cuando el collage me canse, no sé realmente lo que haré: probablemente, nada.”


Juan Benet
Marzo, 1981
Texto para la exposición Operaciones navales y collages

The Master of Region
César Pérez Gracia, 1993
Tinta sobre papel, 10 * 15 cm.
Colección de Javier Marías


BENETIANA. RETRATOS DE JUAN Y CREACIONES PLÁSTICAS DE BENET
Catálogo de la exposición
Alfaguara, Madrid, 1997

 

Una deuda arrastrada mucho tiempo antes de la muerte de mi padre es la culpable de la exposición cuyas obras, aunque no en su totalidad, recoge este catálogo.

En el año 87 don Juan y unos cuantos amigos –aquellos con los que se reunía prácticamente todos los sábados en una tertulia que les ocupaba desde antes de comer hasta bien entrada la tarde- me animaron, medio en broma medio en serio, a pintar un retrato del grupo. Para ello realizaron un encargo en el cual lo menos formal, aparte de quién escribe estas líneas, era la falta de plazo para su realización. Amparándome inconscientemente en esta circunstancia y con la poderosa razón de fondo del abismo que separa el carácter y el estilo de mi pintura con los necesarios para llevar a buen término el encargo, este fue dilatándose en el tiempo de tal manera que el cuadro ha tardado una década en verse acabado, no por minuciosidad sino por inconstancia (no recuerdo, salvo en los dos últimos años, haber trabajado en él más de un mes seguido). Así, la pérdida de don Juan, que se sumaba a la del otro Juan de la tertulia, no vino sino a multiplicar un sentimiento de deuda –para con la tertulia y para con el cuadro- que había anidado en mi hacía ya tiempo.

Cuando terminé La tertulia de los Juanes, en José Luis pensé, a bote pronto, hacer una exposición monotemática con el cuadro, acompañándolo de los estudios y fotografías que me sirvieron para hacerlo, antes de caer en la cuenta de la oportunidad de aprovechar la presentación del cuadro para rendir un homenaje más profundo a Juan Benet. Así, decidí aprovechar lo que sería su 70 cumpleaños para reunir en una exposición los frutos de la longeva afición plástica culpable en última instancia de la existencia del cuadro ya que fue don Juan el que, siendo yo niño, animó y alimentó una vocación de la que me responsabilicé sólo cuando acabó mi adolescencia.

Decidido a homenajear la afición plástica de don Juan hube de involucrar a todos los amigos que disfrutan de sus obras en casa, recopilando una gran cantidad de piezas que, sumadas a la colección que conservamos sus hijos, superaba con creces la capacidad de la magnífica sala que el Colegio de Ingenieros puso, entusiasmado, a mi disposición y, en consecuencia, he optado por mostrar sobre todo su obra pictórica en detrimento de la gráfica pero sin renunciar a colgar el mayor número posible de obras.

Quiero agradecer a todos los propietarios las facilidades que me han dado y las muestras del cariño hacia la figura de mi padre que, originado mucho tiempo atrás, mantiene todavía vigente; al Colegio de Ingenieros la buena acogida del proyecto; a la Editorial Alfaguara y en especial a Juan Cruz su colaboración para la edición de este catálogo; a los autores de los textos su disponibilidad y entusiasmo; y a mis hermanos la confianza con la que me distinguen.

Quiero por último disculparme por los previsibles errores y fallos debidos a mi inexperiencia como comisario de exposiciones.

Eugenio Benet

Autorretrato
Lápiz sobre papel, 1954
Cuaderno Sverige, 25,5 * 17,5
Colección Hnos. Benet Jordana

Despejando obsesiones
Natacha Seseña


Agradezco a don Fernando Chueca Goitia,
a Marisol Benet Goitia, a Ramón,
Nicolás, Juana y Eugenio Benet Jordana
la valiosísima colaboración prestada.

Juan se reiría al verme intentando pergeñar estas líneas sobre lo que él dibujó, pintó y “collageó” en su insuficiente vida. Según él, lo hacía para distraerse.

Todo lo hizo en ese estado de gracia que poseía a raudales, en ese estado de inocencia que le llevaba al humor desdeñoso y trágico y, ergo, a no ser comprendido del todo.

No daba importancia a sus capacidades plásticas que siempre le sirvieron para despejar la cabeza, como medio de distracción de sus responsabilidades ingenieriles y magníficos entramados literarios. Pero Benet tenía buena mano. Buena mano visible en algunos de sus dibujos hechos en aquellas inolvidables cuartillas “morenitas”, no por el tiempo sino que ya presentaban ese aspecto bronceado y frágil cuando se compraban, donde toda una generación –la de él y la mía-, la del 50, hemos tomado apuntes, hecho cálculos y hasta hemos escrito cartas de amor. Pues bien, en esas cuartillas donde al menor descuido se hacía un borrón, Juan, en efecto, dibujó con excelente línea.

De sus tiempo de preparación para el ingreso en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y de sus primeras inquietudes literarias, se exhiben unos cuantos dibujos. Cabe destacar un autorretrato de buen trazo que titula sin ningún ambage El creador, informando en la parte posterior de la cuartilla: “Yo, Juan Benet, a los 16 años”. Mencionemos también el dibujo de Kafka de pequeño que debió de hacer hacia 1945 en el cual ha encajado en unas enclenques piernas el tronco de un Kafka crecido de cerebro y ya atormentado. Este dibujo lo guardó Benet toda su vida en el rincón –escueto y ascético- donde escribía, junto a uno de sí mismo firmado por JEJ, que no he sabido identificar, con la leyenda Juan souffrant, pour son frère Paco, 1946, y certificada años más tarde –el sufrimiento- por el propio Paco. Un Juan pensativo, hundido y pasmado de frío –ay, el frío de Madrid de aquellos años- personifica los sentimientos que el escritor siempre sintió por su hermano mayor, hasta tal punto que bien podría titularse tal dibujo a la manera “pompier”, que tanto gustaba a Benet, como Amor fraternal (1).

También pintó óleos en aquellos años como el retrato de Nuria Jordana, su primera mujer, que aparece con mirada seria y penetrante delante de una ventana de guiño daliniano. No olvidemos que Juan Benet, ávido siempre de modernidad, era amigo de Pepín Bello (2) y de Alfonso Buñuel, quien hacía collages al modo surrealista.

¿Qué veía Benet en aquellos años? En primer lugar veía lo que tenía a su alrededor, en su propia casa. Y aquí el homenaje es para su madre Teresa Goitia Ajuria, de ilustrísima raigambre vasca y mujer llena de fuerza y energía que supo estar a las duras y a las maduras en todo momento y que merece que su vida fuera rastreada por mujeres jóvenes, buscadoras de antecedentes en la eclosión –feliz eclosión- femenina y feminista de este fin de siglo.

Teresa Goitia era coleccionista y degustadora de buena pintura. Además cuando llegaron las duras de la posguerra “corría” con cuadros. El Benet adolescente, pues, veía, colgados de las paredes de su casa, benjamines palencia, eliseos meifren, solanas, vázquez díaz, gregorios prieto, zabaletas, canejas, cirilos martínez novillo, menchus gal, álvaros delgado, eduardos vicente, ¿grecos?, ¿goyas?, es decir, que Juan Benet pudo apreciar y escudriñar, metiéndose dentro, excelentes cuadros de la más tarde llamada Escuela de Madrid y de sus ilustres precedentes. Con algunos entabló amistad imperecedera como es el caso de Caneja, Olasagasti y el menos conocido Luis G. Solana, que dejó de pintar porque “al final todo pintor se amanera”, según dejó escrito el propio Juan Benet.

Es de justicia mencionar ahora el ascendiente tutelar que ejerció en el joven Juan su primo Fernando Chueca que, además, le inició en su interés por el teatro, género que Benet cultivó como autor y como extraordinario actor en veladas inolvidables con Juan García Hortelano, un jovencísimo Vicente Molina Foix y quien esto escribe.

Los niños Benet Gotilla, Marisol, Paco y Juan, asistían hasta bien entrada la noche a las tertulias que en casa de su madre tenían lugar todas las veladas. Que nadie piense en tertulias organizadas como las actuales. Era otra cosa, era la conversación, la palabra y, así, los niños escuchaban a su tío don ángel Chueca, padre de Fernando y Carmelo que bajaban del piso de arriba a charlar de lo divino y de lo humano. Tengo entendido que don Ángel además de ingeniero industrial era un conversador cultísimo y amenísimo.

Incomprensible para jóvenes de hoy que las veladas transcurrieran con niños incluidos alrededor de la palabra y no de la televisión. Estas tertulias familiares tenían lugar en una casa de la calle Alfonso XII de Madrid, es decir, a espaldas del Museo del Prado. Juan disfrutó desde su más tierna infancia de ese privilegio y para él fueron tan frecuentes las visitas al museo como sus juegos en el Retiro. No es extraño que haya dedicado tan hermosas palabras a ese barrio madrileño (2).

Volviendo a Juan Benet –pintor y amante de la pintura- como era un clásico, le gustaban los paisajes y las vedutas (la cama donde murió en la casa de Pisuerga tenía en su testero un caneja impertérrito yu una Venecia elegante).

Cultivó en sus óleos el género en el estilo empastado y colorista del figurativismo de posguerra: línea alta de horizonte, cielos explosivos, superficies afacetadas sobre líneas impecables. Son obras de juventud, modestas, de pintor de domingo pero no lejos estéticamente de lo que veía en su casa y en la librería Buchholz del Paseo de Recoletos. En Buchholz había luz en todos los sentidos, pues debe saberse que Madrid en 1945 –fecha de la primera exposición de los pintores agrupados luego como Escuela de Madrid- sufría restricciones de fluido eléctrico que agudizaban el aspecto fantasmal en los transeúntes por las calles después de la caída del sol. Como Juan era precoz iba a la famosa librería para “ver más”, dicho también en todos los sentidos.

Las marinas, las batallas navales, los naufragios constituyen otra faceta de la plástica de Juan Benet. Las empezó a pintar en su madurez. Me consta lo que se divertía pintando la serie y poniendo título a cada cuadro. El resultado es original, fresco y benetiano. Tomados los temas de fotografías de prensa de la Segunda Guerra Mundial han perdido el seco dramatismo y el valor testimonial que da la cámara para ganar en el óleo un cierto aroma de mar incómodo y revuelto por el paso de los grandes cruceros. A las gaviotas y demás aves las hace presentes o las inventa.

Los collages, que principia al final de la década de los setenta para no interrumpir hasta el final de sus días, suponen el do de pecho de la obra plástica de Juan Benet cuando “la maestría ha alcanzado tal altura que se puede esperar el comienzo de la decadencia”.

Benet retoma la vena nunca exhausta de Max Ernst, es decir, aquella que fascinó a Breton por malévola y sediciosa, coge las tijeras y como niño malo organiza las cosas recortando y pegando viejas imágenes de La Ilustración española e Iberoamericana y grabados de los libros de aventuras del británico Thomas Mayne Reid (1818-1883), cuyos títulos rezan: El jinete sin cabeza, Los ladrones de cabelleras, que encandilaron al maduro Benet para sus collages tan dignos como los de Max Ernst para que Breton hubiera visto en ellos –en los de Benet- “el espíritu de Einstein”.

El librero de viejo Estanislao Rodríguez de la calle de San Bernardo también proporcionaba a Benet las estampas necesarias para la manipulación posterior. Emma Cohen –su amiga actriz- echaba una mano y estimulaba.

En los collages, Juan Benet desvela un orden alelado; piensa con imágenes, que trastocadas en su origen, crean otros escenarios donde al final parece no haber escapatoria porque los ángeles malos –Satán- se enseñorean del mundo conocido. Juan se divertía montando sus cadáveres exquisitos fiel a ilustres precedentes: Alfonso Buñuel, Remedios Varo, Adriano del Valle –aquí- y al citado Max Ernst –acullá- pero no dejaba, muy benetianamente, títere con cabeza.

Parecería que trabajaba para el futuro ya que los “recortes” de Juan Benet ganan en una pantalla de ordenador y, así, la intención de sus historias “pegadas” aumentan el valor moral y en belleza cuando son vistas a través del soporte electrónico: el bolígrafo del futuro. Sumergirán a los solitarios visitantes de ese verdadero “Museo Imaginario” en un deleite especial, en una meditación intemporal. Los collages de J. B. En lenguaje electrónico sobrecogerán. Él lo quería así.

 

(1) De la admiración que Juan Benet sentía por su hermano Paco –por cierto, también pintaba- se podría escribir mucho, justamente en estos días en que la evasión de Cuelgamuros está siendo aireada con nocturnidad y alevosía. Es lastimoso observar cómo se escamotea, en tal huida, al cerebro que la urdió, es decir, Paco Benet.

(2) Pepín Bello admiraba profundamente a Juan Benet. Un día, en la Residencia de Estudiantes, muerto ya el escritor me dijo Pepín poder afirmar que Juan era una de las personas más inteligentes y con más talento que había conocido en toda su vida. Y Pepín Bello conoció a lo mejor del siglo español.

(3) Siempre me acuerdo de que conocí a Juan mirando a la Margarita de Austria de Velásquez. Yo tenía nueve años. Él –tan alto- no me vio.

Collage marino núm. 2 Ejercicios tácticos
Collage sobre cartulina, 1980
31 * 23 cm.
Colección de Javier Marías

Collage marino núm. 3 Costumbres españolas
Collage sobre cartulina, 1980
22,5 * 17 cm.
Colección de Pablo G. Arenal

El despertar de lo cotidiano
Collage sobre cartulina, 1980
23 * 30 cm.
Colección de Vicente Molina Foix

Una fragata americana a la escucha
Óleo sobre tela, 1980
65 * 44,5 cm.
Colección de Josefina Machinbarrena

Heavy list. El destructor Kelly -mandado por Mounbatten- con fuerte escora tras ser torpedeado en el Mar del Norte
Óleo sobre tela, 1979
55 * 38 cm.
Colección de José Espinosa

Río (sin título)
Lápiz sobre papel, h. 1976
25 * 32 cm.
Colección Hermanos Benet Jordana



Vista de Toledo

Tinta y acuarela sobre papel, 1973
50,5 * 30 cm.
Colección de Carmen Martín Gaite

Retrato de Nuria
Óleo sobre tela, hacia 1950
46 * 54 cm.
Colección Hnos. Benet Jordana