Miramientos Alfaguara |
Miramientos Dijo Borges que el tiempo
es un río que nos arrebata pero que somos el río, que el
tiempo es un tigre que nos destroza pero que somos el tigre. En el curso
de su larga y variada obra, el maestro argentino, poco aficionado al arrebatamiento
y al destrozo, procuró refutar el tiempo buscando repeticiones,
paralelismos, arquetipos y dobles y, asimismo, borrando las fronteras
entre realidad y ficción, ciencia y religión, filosofía
y mito, verdad y creencia. De esta manera consiguió que autor y
personaje se convirtieran en un solo Borges que desde hace años
vive su propia historia de eternidad como el patriarca de la autoficción.
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Miramientos
De un escritor se habla siempre según sus libros, y no faltan los que hacen todo lo posible por disimularse en ellos, por perderse en su literatura como el que se suicida en un mar de ficciones inventadas por él mismo, para que le sobrevivan sus fantasmas y se olvide su persona. Aunque tienta a todos echar mano de la biografía para completar el conocimiento de un autor, escudriñar su vida privada, sus intimidades. Javier Marías, ya en otro de sus títulos Vidas escritas, innovó en estas actitudes, confesando el subjetivismo de su método y sin esquivar cierto aire de insolencia más o menos afectuosa. ¿Y si los escritores fueran tal como los vemos? Como si quisiera decirnos, contradiciendo el refrán, que las apariencias no engañan. Que si uno parece lo que parece, por algo será. Terrible constatación; no solamente somos lo que escribimos, ni siquiera nos limitamos a ser lo que se vive, sino que somos también nuestro aspecto físico en una fotografía. Los rasgos de la cara, la manera de peinarse, la postura, la ropa, la raya del pantalón, el modo de sostener el cigarrillo Un retrato para quien sabe verlo puede equivaler a una confesión involuntaria. Posamos ante una cámara con el disfraz de lo que debe de ser nuestra imagen predilecta, la que suponemos que nos favorece más, confiado en que nos vean así, que es como quisiéramos ser (uno nunca es lo que quiere, pero es tan humano tratar de que los demás crean que sí lo hemos conseguido). Y resulta que el disfraz nos delata igual que las palabras que empleamos al escribir, que todo es indiscreción. Javier Marías describe e interpreta una serie de fotos de escritores españoles e hispanoamericanos, a menudo midiendo la distancia que separa una imagen antigua de otra más reciente, como si retratase el paso del tiempo por una vida, por un rostro; simula no saber nada de lo que han escrito esas gentes, lo cual salta a la vista que no es verdad, pero éste es un engaño muy excusable; en último término la literatura es siempre ficticia, es decir, engañosa, no podemos salirnos de ella abdicando de sus embustes maravillosos y reveladores, y ¿qué se va a esperar de un escritor? Valle-Inclán y sus barbazas, con el brazo perdido bien oculto. Borges y la metamorfosis de su mirada; Aleixandre; Juan Benet; García Lorca con su aire de inspirado palurdo; la elegantísima Victoria Ocampo -sobre todo en una estupenda fotografía en la que aparece muy mal acompañada por ilustres figurones con los que se ensaña divertidamente Marías-; Luis Cernuda y su dandismo incómodo y un tanto postizo. En todos la imagen dice mucho, pero las palabras multiplican su efecto, la explican, nos conducen a través de un confuso mundo de apariencias hacia las verdades ambigüas que se sugieren por obra del lenguaje. En ocasiones lo que se cree ver es de una notable crueldad, como en el caso de Neruda, pero por lo común predomina un afortunado tono agridulce, sin adulación y sin ira. Así quiere ser también el autorretrato, empresa muy arriesgada, inevitablemente uno siempre está a favor de sí mismo, y eso estropea cualquier descripción, pero los resultados hubieran podido ser peores; no son las páginas más memorables de este volumen, aunque se defienda con mucha habilidad una vez se enfrenta con un tema imposible. En general Javier Marías sale muy airoso de ese recorrido indagatorio por lo que parecemos, acertando a encontrar una voz personal, irónica y persuasiva diferente de sus novelas, aunque no pueda negar un aire de familia. Cada detalle es un universo significativo, cada pormenor quiere decir algo, por ejemplo, de Guillermo Cabrera Infante, o la "cara de soplón, de chivato" que descubre en el joven Neruda, ilustra rincones de su obra, zonas de su personalidad más o menos escondidas, y, es también un sondeo de reflejos humanos que nos conciernen a todos. Breve, muy bien escrito, elegante con inteligencia y pasión, este es un repertorio de subjetividades bien resuelto, que se esfuerza por averiguar lo que está ante los ojos, y que nunca es inocente. A partir de ahora, antes de sonreír al fotógrafo nos lo pensaremos dos veces, porque puede ser grave.
Carlos Pujol ABC Literario 16 de enero, 1998 |
Retratos de escritores Javier Marías ha reunido fotografías de quince escritores en el libro titulado Miramientos: de Valle-Inclán, Borges, Aleixandre, Benet, Lorca, Victoria Ocampo, Savater, Neruda, Cabrera Infante, Cernuda, Martínez Sarrión, Eduardo Mendoza, Quiroga y de él mismo. En cada capítulo describe al personaje tal y como queda reflejado en esas fotografías. Y el resultado es sugerente, evocador, irónico a veces, fugazmente cruel, como en el caso de Neruda, agridulce y comprensivo casi siempre. "Aquí sólo se habla de los rostros y las actitudes", -advierte el autor-: "ni de las vidas ni de las obras". Y esos rostros son a veces disfraces, pero siempre transmiten algo del enigma que hay en cada uno de los retratados, aunque el autor rehuya la objetividad y prefiera el juego de combinar imágenes y palabras, literatura y fotografía, para describir los rasgos que delatan a los personajes fotografiados.
Martín Nogales El Diario Vasco 2 de mayo, 1998 |