La mujer de Huguenin

LA MUJER DE HUGUENIN

M. P. Shiel

Traducción de Antonio Iriarte

REINO DE REDONDA
BARCELONA,2000

336 PÁGINAS

La Memoria del Reino

 

Shiel se declara natural de Montserrat, isla perteneciente al grupo denominado Leeward Islands, o Islas de Sotavento, de las Pequeñas Antillas; Montserrat se encuentra situada a unas 27 millas al suroeste de la isla de Antigua, nombre que resultará mucho más familiar al lector; por encima de Montserrat se halla el islote llamado Redonda, del que, en un rapto de delirio de grandeza de su padre, un pastor metodista irlandés, M. P. Shiel fue proclamado rey por el reverendo doctor Semper, de Antigua, el 21 de julio de 1880, a la edad de 15 años. Reinó con el nombre de Felipe I, le sucedió Juan I, al que sucedió Juan II, y éste abdicó en 1997 a favor del actual monarca Xavier I.

Ha sido éste último el que se ha ocupado de crear esta nueva editorial (Reino de Redonda), lo cual me parece muy acorde con el mandato recibido de "mantener viva la memoria del reino, de los anteriores reyes y de la leyenda". La elección de la obra -una selección de relatos de Shiel, autor celebrado en su tiempo y hoy prácticamente olvidado- para inaugurar sus publicaciones, está, pues, hecha con fundado criterio. Los cinco cuentos que se reúnen en la presente edición tienen en común el hecho de pertenecer al género denominado "de terror".

Shiel es un prosista muy cuidadoso y apegado a la gran tradición de la literatura inglesa. Su estilo pertenece al llmado "estilo alto", su escritura es muy elegante, con frases bien dibujadas y relacionadas y un párrafo largo de resonancia amplia. En fin, es la escritura de un hombre cultivado y de muy buen gusto. A lo largo de estos cuentos encontraremos momentos memorables, sobre todo en la descripción (por ejemplo, la navegación del narrador hasta la isla de Vaila, en el relato del mismo título). Es también un buen creador de expresiones atinadas por su ajuste entre la precisión de las palabras y la sugerencia que emiten (por ejemplo, ésta: "La parte baja de la espalda mostraba claramente la curva de la edad"). Sus mejores momentos en la descripción son aquellos en que se corresponden elementos naturales con estados de ánimo o percepciones de la conciencia. Además, sabe jugar con el humor antes de asestarnos un final escalofriante, como sucede con el relato La novia. Y, por último, también hay que señalar que demuestra tener una prosa de claro temperamento romántico, aunque no deja de ser un curioso contraste que, en relatos como Vaila, La mujer de Huguenin o El aciago sino de un tal Saul, una parte importante de cada uno de ellos parezca corresponder más a un observador científico minucioso y ordenado que a un romántico. Cuando Shiel se interna en los sentimientos y emociones del personaje, tiende a la descripción de corte romántico; cuando relata sus pensamientos, es un racionalista.

A este respecto, el cuento más significativo es Vaila, donde el espacio húmedo y gris crea una atmósfera de pura exaltación de agua y ruido que retumba hasta el delirio, mientras que el hilo argumental es puro razonamiento de corte científico. También llama la atención, en el cuento titulado El aciago sino de un tal Saul, que acabe pareciendo una mezcla de Julio Verne con el más puro relato de terror del porte de un W. H. Hodgson o un Arthur Machen; sin embargo, en él encontramos un momento original y verdaderamente atrevido: el descenso al fondo del mar de un hombre encerrado en un tonel lastrado, contado por el condenado que va dentro. Así pues, junto a las modas narrativas de la época, siempre aparecen en estos escritos rasgos singulares más que atractivos. Evidentemente, M. P. Shiel no es un autor de primera línea, pero sí es un escritor -y preferiría llamarle escritor a narrador, pues es justamente en el dominio del conflicto dramático inherente a toda narración donde vacila más-, que se lee con todo gusto.

Hay que añadir que la edición contiene, además de una declaración de intenciones del actual monarca de Redonda, un texto autobiográfico de Shiel realmente divertido y toda una documentación gráfica acerca del Reino de Redonda (sellos, fotografías, retratos, relaciones de las diversas noblezas literarias de cada corte, el himno nacional...). En fin, un material muy interesante para espíritus lúdicos. Bienvenido sea al complejo y algo confuso panorama editorial español este nuevo y peculiar sello editor.


José María Guelbenzu

El País, Babelia
30 de septiembre, 2000

 
 

 

 

 

Reyes de Redonda

 

Sólo en esta tierra de nadie de imprecisos límites que separa, o en la que se confunden realidad y ficción, podía darse el hecho de que un republicano confeso, como es Javier Marías, acabase siendo monarca de un reino a medio camino entre la bruma del mar y la de la leyenda.

La isla de Redonda, descubierta y bautizada por el perseguidor de quimeras Cristóbal Colón, ocupa un mínimo espacio en el Mar de las Antillas, carece de población computable mediante la estadística, pero de alcatraces, monstruos, fantasmas y algún que otro contrabandista, encantado con tan espantables convecinos, la pequeña isla rebosa. Redonda, posee, además de una dinastía de reyes que nada tiene que ver con el derecho divino y que está al margen de enojosos problemas como los sucesorios. Los reyes de Redonda están sujetos a las leyes del azar y a su condición de escritores. Javier Marías hace el cuarto en esa dinastía de reyes de un exilio permanente y obligado más por los impedimentos del rigor geográfico que por los políticos y sociales que, en Redonda, son inexistentes.

El más inglés de los escritores españoles, característica que, según para quién, es una virtud o un baldón, recogió el testigo del reinado de Redonda de las manos del tercer rey, Jon Wynne-Tyson, cuando éste abdicó en 1997. Las únicas obligaciones de los reyes de Redonda consisten en mantener vivas las leyendas del reino y la memoria de sus predecesores. Para eso, Javier Marías ha fundado la editorial Reino de Redonda, cuyo primer libro recoge una selección de cuentos de M. P. Shiel, el que fuera fundador de la dinastía real de la isla. Acerca de él sólo diré que era hombre de aguda inteligencia y actitud positiva. Todo eso y cómo y quién le convirtió en rey de pleno derecho de Redonda, lo relata el propio Shiel en un breve pero expresivo texto autobiográfico que incluye el volumen.

Los cuentos, fantásticos y terroríficos, desarrollan situaciones límite en las que la razón pende de hilos inconsistentes. Shiel sitúa a sus personajes en ámbitos heredados de la tradición gótica, aunque contaminados por lo que parecía ser una obsesión del autor. En casi todos los relatos, la presencia horrísona del agua se erige en agente de inquietud y en presagio del terror que se avecina. Experto narrador, dosifica el suspense "in crescendo" hasta llegar al clímax en el que explota con sabiduría el "efecto final" con tanta fortuna como Poe.

En La mujer de Huguenin hallamos seis magníficas historias de terror, pero yo destacaría "Vaila", donde asistimos a la extinción de una rancia estirpe en un paroxismo de violencia acuática; "El aciago sino de un tal Saul" o la soledad de un naúfrago en un mundo de oscuridad; y "El primado de la rosa", en el que lo sobrenatural desaparece para dejar paso a un terror mucho más pavoroso.


José Luis Charcán

La Razón [Caballo verde]

28 de julio, 2000

 

 

 

 

Reino de la ficción

 

Matthew Phipps Shiel nació en la isla de Montserrat en 1865, primer hijo varón de un predicador entusiasta que lo coronó rey de la isla de Redonda, una diminuta ínsula sin población y oficialmente bajo el amparo de la Union Jack, al cumplir quince años. Shiel fue enviado al Imperio, donde estudió Matemáticas y Medicina. Muy joven empezó a escribir cuentos fantásticos y novelas por entregas, integrado en la generación de M. R. James, Wells, Blackwood, Saki, Machen, etc. una de las más prodigiosas del género. Durante once o doce años guardó silencio y sólo la persistencia y fidelidad del joven Gawsworth lo recuperaron para la literatura entrados los años 30. Quizá por esto, a su muerte en 1947, el escritor Gawsworth heredó el "Reino" de Redonda.

En 1989 Javier Marías publica Todas las almas. En esta novela hay un personaje que muchos creyeron inventado pero era real: John Gawsworth. Marías, siempre aficionado a autores laterales y olvidados, tal vez atraído por el innegable encanto de una persona que con veinte años era prometedor escritor, con treinta y pocos rey de un Reino más literario que real -nunca mejor dicho- y con cincuenta un pordiosero que dormía en parques, empezó a recopilar información sobre Gawsworth, su Reino, su antecesor, etc. tanta que en ella está el origen de Negra espalda del tiempo (1989), el tercer rey de Redonda abdicó en su favor. Y este rey republicano, además de ciertos derechos digamos nobles, hereda también los derechos literarios de sus predecosres, Shiel y Gawsworth.

Esta herencia, junto a cierto afán de aventura libresca, explica el nacimiento de la editorial Reino de Redonda y su primer hijo, la antología La mujer de Huguenin. Este libro reúne seis relatos fantásticos, entre los muchos escritos por Shiel. Junto a tres de marcado carácter clásico, que abren el volumen, los otros tres se ambientan en las brumosas y enigmáticas tierras británicas. Todos sobrecogen y hacen contener la respiración; todos revelan el estilo poderoso de Shiel, gracias a la magnífica traducción de Antonio Iriarte. Un libro, en definitiva, digno de un monarca redondo.

César Romero

LETRAS

18 de enero, 2001

 

 

 

 

 


La mujer de Huguenin


Con cierto retraso respecto a su traducción española (La mujer de Huguenin, Reino de Redonda, 2000), este libro es, y me quedo corto, el acontecimiento literario más importante en lo que va de año en Cataluña. Está escrito por un rey. Por uno de los más misteriosos y capaces escritores en lengua inglesa, uno de los más seductores e imaginativos, brillantes y necesarios. Trompetas y redoble de tambores, por favor. Por fin se ha publicado en catalán un libro de
M. P. Shiel (1865-1947), o lo que es lo mismo, de Felipe I, rey de Redonda, el único reino estrictamente irónico que existe, a un tiempo literario y real. Son sólo seis relatos y, en cambio, desvelan un vastísimo imperio en el que campea la mejor divisa que puede esperar un lector recreativo: “Ríe si sabes”.

Un día de chanzas, durante el decimoquinto cumpleaños de Shiel, en la colonia británica de Montserrat, exactamente el 21 de julio de 1880, su padre le coronó rey de Redonda, un islote próximo, de 3/4 de millas de largo por 1/4 de ancho. Territorio políticamente inglés, lo insólito fue que la reina Victoria reconociera aquella excentricidad de su súbdito, el comerciante irlandés que había hecho rey a su hijo. Y como quiera que Shiel fue con los años escritor, el reino de Redonda pasó a ser un confín tan literario como la ínsula Barataria, pero dotado de verdad física en medio del mar.

El reino ha conocido hasta hoy tres soberanos más: los escritores John Gawsworth (Juan I), Jon Wyne-Tyson (Juan II) y el español Javier Marías (Javier I), del que recientemente se ha celebrado el quinto aniversario de su ascensión al trono. Y no debe extrañarnos que la familia Shiel no sea la dinastía real. El primer rey de Redonda instituyó que la corona no se heredaría por la sangre, sino por méritos artísticos. Así, algunos de los actuales miembros de la corte son Pedro Almodóvar, Francis Ford Coppola, Eduardo Mendoza, Pérez-Reverte, Francisco Rico o Frederic Amat.

Los cuentos de Shiel, terribles e irónicos, humildes y metafísicos, son botellas a la deriva que llevan un texto enroscado en su interior. Decir texto no es decir mensaje. Es decir isla. Aquí viajaremos a la terrorífica isla de Vaila, a las de Delos, Bermudas y por supuesto a Gran Bretaña e Irlanda. Decir isla, para Shiel, no sólo es deseo de aventuras y de ficción a lo Stevenson, a lo Edgar A. Poe. También es decir independencia, personalidad indomable, acceso al saber.

 

Por Jordi Galves
LA VANGUARDIA
14 agosto, 2002