Literatura
y fantasma
Alfaguara
|
Artículos
y espectros
Las
recopilaciones de artículos son un género divagatorio que,
en el mejor de los casos, tiende a orquestarse en torno a ciertos temas
o ideas sugestivas y recurrentes. En todo caso, como advierte el adagio,
no hay género menor cuando irrumpe en escena una buena dosis de
talento. Javier Marías nos ofrece ahora dos gruesos volúmenes
-"Vida del fantasma" y "Literatura y fantasma"- en
edición ampliada notablemente, 44 nuevos artículos en el
primer título y 37 en el segundo, lo que constituye, a ojo grueso,
el doble de texto de las ediciones anteriores. Marías ha escrito
estupendos ensayos en su mocedad erudita, y en "Literatura y fantasma"
se nos ofrece la muestra más antigua, su lectura exploratoria de
"Julio César", de Shakespeare, en "El monarca del
tiempo", 1978. Otro tema predilecto suyo es la ficción en
torno al fantasma inglés. Personalmente me barrunto que puede sorprendernos
el día menos pensado con un ensayo de alta especulación
sobre el pensamiento literario, uno de sus hallazgos más brillantes
y fecundos. Aquí hay una buena página sobre ello en "Contar
el misterio", LyF.
Sobre
Juan Benet ha escrito páginas perfectas y no descubro ningún
mediterráneo si digo que el discípulo ha superado al maestro.
Precisamente por sentirme muy benetiano, le debo gratitud inmensa por
un texto magistral de comicidad explosiva que se nos ofrece aquí
por vez primera en libro. Se trata del monólogo benetiano en una
cena entre amigos, una glosa sui-generis de "Todas las almas",
sobre un puente de ferrocarril en el río Yamuna. Se publicó
en una revista de ingenieros en 1994, como homenaje a Benet, muerto un
año antes. Benet se hizo ingeniero al ver una foto del puente de
Oporto sobre el Duero, obra de Eiffel. Del puente de Oporto al puente
de Yamuna ha corrido mucha agua, húmeda y fingida. Sólo
por leer la cena de ese texto -"Mispíquel o leberquisa"-
se puede comprar y disfrutar el libro con plena garantía de buen
humor. No es menos interesante "Shakespeare indeciso", sobre
el matiz enigmático de las frases del autor de Cordelia y Falstaff,
en concreto, aquí se planea en torno al significado evasivo y arisco
de qué demonios pueda querer decir la expresión "corazón
tan blanco", utilizada por el autor para su novela más divulgada
en el mundo.
En
"Vida del fantasma" se incluyen artículos recientes muy
notables, acaso el más interesante, el que concierne a la familia
real con motivo del 25 aniversario de reinado de nuestro actual Monarca.
Frente a tanto cobista mameluco, esas páginas logran un tono y
dignidad del Madrid de Pericles, dicho sea con una gota de humor.
El
autor es un hacha o un experto en reflexionar sobre nuestra vida política,
sobre sus lacras y disparates más sonados o lacerantes. Junto con
Fernando Savater, quizá son los cronistas más fiables de
la generación de los prosistas novísimos del 68. Un artículo
histórico muy logrado es la revisión del nazismo en "El
triunfo de la seriedad", por sus connotaciones premonitorias de rabioso
presente, por ejemplo, en el País Vasco. Si un escritor logra ser
claro y eficaz, tanto en el campo de la comicidad como en el de la seriedad
o gravedad política, como es el caso, no cabe aspirar a más.
Como lector creo que en mi caso nunca pido más, y me daría
con un canto en los dientes -no diré en la retina- si siempre sucediese
algo similar con la avalancha de libros que nos asedia por doquier.
César
Pérez Gracia
Heraldo
de Aragón
15
marzo 2001
|
|
Javier
Marías: uno y la literatura
Como no soy benetiano, nunca he podido disfrutar a fondo de las virtudes
novelísticas de Javier Marías. Sin embargo, suscribo otras
muchas de sus pasiones literarias, cuando llevan el nombre de James, Conrad,
Stevenson, Nabokov, Dinesen, Bernhard o Faulkner. Cierto que esas pasiones
son compartidas por la mayoría de autores serios de la segunda
mitad del siglo XX, pero no todas dejaron un rastro fértil en la
escritura del acólito ni han inspirado tampoco esas reflexiones
escritas que los autores suelen, en privado, hacer de sus maestros. En
el ámbito español, además, apenas hay novelistas
que mediten cabalmente sobre el oficio. Por tanto, debemos recibir con
placer la publicación de Literatura y fantasma, un libro
que ya existía pero que se reedita ahora sustancialmente ampliado
hasta configurar un vasto territorio libresco en el que Marías
se adentra como avezado explorador.
Literatura y fantasma cuenta con siete partes, dos de las cuales
se me antojan personalizadas en exceso. Una es “El autor sobre sus
escritos”, formada por una docena de textos en los que Marías
nos da noticia de la génesis de sus novelas, los motivos o imágenes
motrices que las alumbraron, los métodos de trabajo, los peligros
del narrar, etc. La literatura queda así como una larga búsqueda
de la propia carne, y Marías brinda un testimonio inteligente de
esa búsqueda cuyos resultados novelísticos, aunque no suelen
conmoverme, gozan de amplio reconocimiento. Tampoco fui feliz con “Asuntos
trasatlánticos”, nueve escritos en los que Marías
documenta in extenso distintos aspectos del arte de traducir.
Pero ¿puede negarse la palabra a alguien que tradujo con tanto
ingenio el Tristram Shandy de Sterne?
El Marías que prefiero es el Marías lector, admitiendo,
claro, la falacia de que ese Marías pueda deslindarse del artista.
Es el artífice de la “Serie inglesa”, una cala deliciosa
en el mundo de los libreros, las casas de los escritores, la fatalidad
de la gloria y las sociedades inglesas. O el de “Maestros ya antiguos”,
donde se habla de Cervantes, Dickens, Joyce, Hammet, etc. Aunque el capítulo
“Lolita recontada” no está a la altura del talento
de quien lo firma, el conjunto es impecable y a menudo brillante. En el
apartado “Otras vanidades”, el autor recoge a su vez distintos
artículos donde analiza algunas secuelas del quehacer literario:
la perversión de los premios, la feria del Libro, el Nóbel,
las razones para no escribir novelas o su incurable coleccionismo fetichista.
Son estampas más autobiográficas, que descubren a un Marías
mitómano, escéptico, lúcido y contradictorio. En
este sentido, sorprende que alguien que abomina con tanta convicción
de los premios literarios no tenga empacho en abrir el libro con una biografía
suya en la que se exhibe con impúdica minuciosidad el listado de
sus quince galardones, nacionales y extranjeros, así como el sustancioso
volumen de sus ventas. Miserias de la naturaleza humana, supongo, de las
que nadie está a salvo.
Este Marías, con todo, parece más próximo al autor
de Vida del fantasma, otro volumen recopilatorio, a mi juicio
superior al primero, que reúne los artículos menos “literarios”,
aparecidos durante los últimos veinte años. Corresponden
al perfil de un hombre joven, izquierdista y republicano, un tipo sujeto
a intensas filias y fobias, imbuido a veces de un afán justiciero
excesivo, un ser de carne y hueso polemista y polémico que canta
las verdades del barquero. Amparado en una máscara fantasmal, Marías
circula por el libro para dejarnos verdaderas perlas como el texto dedicado
a esa película tan maravillosa titulada El fantasma y la señora
Muir. Curiosamente, el madrileño se nos antoja un escritor
mucho más libre, ingenioso y brillante cuando piensa el cine que
cuando opina de literatura. Se le ve menos solemne y envarado, más
risueño. Esta impresión se extiende a otros temas de interés.
No importa que Marías escriba sobre ciudades, películas,
viajes, encuentros, amigos, actores, hábitos contemporáneos
o asuntos de actualidad como la enseñanza, el deterioro del idioma,
el terrorismo o la dictadura mediática. En todos deja su sello
personal, su marca de observador apasionado que no puede cambiar el mundo
pero se niega al silencio. La estructura del libro nos permite seguir
la evolución de Marías a lo largo del tiempo, un devenir
no tanto ideológico como estilístico. Su escritura se hace
menos dispersa, más certera, lo que redunda en la contundencia
de las tesis. Marías, además, incluye la sección
“El fantasma recuerda”, donde revive con mano maestra personajes
y anécdotas de su infancia, así como episodios de la vida
adulta. A ese Marías intachable uno le rogaría, humildemente,
que empleara todos los esfuerzos de su próxima novela en escribir
de una vez por todas el ciclo de sus memorias.
Por
Miguel Dalmau
Revista de Libros
Junio, 2001
|