Juan Cruz ( entrevistador): Hablaremos con un cinéfilo empedernido, con un aficionado que sufre casi todos los domingos por la fortuna del Real Madrid, una persona obsesionada con las apariciones y con las desapariciones de los fantasmas. Si se tercia, también discutiremos con un gran polemista. Es Javier Marías,al que por supuesto le preguntaremos por el niño que se crío en un ambiente literario, pero que alguna vez acarició la posibilidad de ser un futbolista.

J.C. Tengo delante de mí a todo un Rey de Redonda ¿no?

Javier Marías: Bueno, no, no, delante de ti en estos momentos tienes a Javier Marías, incluso quizás lo tienes con X que es como yo me llamaba inicialmente de niño. Me pusieron con X,así me llamaba mi madre, o me escribía cartas mi madre y luego con 15 años o así, me daba vergüenza en Madrid llamarme con X. La gente luego hacía bromas, que si Xavier y tal y pasé a la J, pero en realidad me temo que al que tienes aquí asustado ante un anfitrión como tú, es casi el más pueril de los Javieres posibles.

J.C.: Que horrible palabra anfitrión ¿no? parece más un …

J.M.: Si, es horrible, por eso la he empleado a propósito.

J.C.: Para ponerme…

J.M.: Para trasladar mi inseguridad a ti.

J.C.: Rápidamente, ¿qué número de cigarrillos es éste ?

J.M.: Ah, no sé ,no cuento nada en mi vida.

J.C.: No cuentas nada…

J.M.: No cuento nada.

J.C.: Te has pasado toda la vida contando.

J.M.: No, pero no he contado los días, no cuento lo que fumo, no cuento lo que gano ni lo que gasto, aunque Hacienda obliga un poco a esto.

J.C.: Ahora lo que le resultará grato a la gente es saber que en este país monárquico hay además un rey que ejerce ¿no? porque el reinado de Redonda…te obliga a algunas cosas.

J.M.: Sería en todo caso un rey republicano. No, la verdad es que no me obliga prácticamente a nada. No, porque esto habría que explicarlo aunque fuera mínimamente. Yo escribí una novela que se publicó en el año 89 que se llamaba Todas las almas en la cual aparecía como personaje secundario alguien que parecía totalmente novelesco y que sin embargo era real. Era un escritor inglés muy oscuro del cual apenas sabía yo entonces nada, que se llamaba John Gawsworth , y que fue muy precoz, muy prometedor como escritor. A partir de un momento dado dejó de saberse absolutamente nada de él, dejó de publicar, y finalmente y cuando tenía 58 años o algo así, murió como un mendigo, de mala manera, tras pasar sus últimos años durmiendo en los bancos de los parques. En medio había sido nombrado rey de Redonda. Redonda es una minúscula isla de las Antillas de la cual era rey otro escritor llamado Shiel que era nacido en la isla de Montserrat, vecina de la de Redonda y su padre, que era naviero, en 1880 compró la isla y lo hizo coronar rey por el arzobispo de la isla de Antigua, que también está en esa zona. Entonces Shiel era muy amigo de Gawsworth y le dejó el reino. Gawsworth hizo una nobleza literaria, nombró duques a Dylan Thomas, Lawrence Durrell y a Henry Miller entre los más conocidos y nunca fue, nunca visitó la isla ni nada por el estilo. Lo cierto es que yo todo esto lo sabía parcialmente cuando publiqué esa novela en el año 89 y a lo largo de estos años transcurridos desde entonces, se ha producido una especie de invasión de lo que para mí era sobre todo ficción en la realidad. Con el resultado sorprendente de que hace dos años un rey que ha habido después de este mendigo, desea abdicar y desea abdicar en mi favor y, bueno, pues acepté porque me parecía que no era digno de llamarme novelista si no aceptaba esa invasión de la ficción en la realidad. Lo que pasa es que una de las cosas que me tranquilizaron, porque pregunté, es que no había ningún deber, solamente mantener viva la memoria de los antiguos reyes. También soy heredero de los derechos de autor de Shiel, el primer rey y de Gawsworth el segundo. Y ya he dado algunos permisos para la reedición de alguna obra del primero sobre todo y luego, afortunadamente, no hay ningún súbdito ni real ni imaginario porque yo soy un republicano convencido. Es una isla completamente deshabitada.

J.C.: Y no vas a firmar decretos ni hacer manifiestos…

J. M.: No. A lo mejor sigo con la broma de aquella aristocracia intelectual o nobleza literaria como la llamo él y hago algunos nombramientos de broma, como quien pertenece a un club en el exilio que jamás se reúne.

J.C.: ¿Tú tienes un doble?

J. M.: Pues a veces tengo la sensación de que si, como yo creo que la tiene todo el mundo. Yo creo que a veces uno no acaba de reconocerse a si mismo, no tanto en el sentido de tener un Mr. Hyde respecto al Dr. Jeckyll sino bueno, también en el sentido del pasado. Por ejemplo, uno a veces se pregunta hasta que punto un individuo de 80 años realmente es el mismo de un niño de 4 años que a lo mejor está en una foto que conserva, hasta que punto es el mismo, qué es lo que lo hace. Probablemente es la memoria, pero la memoria es tan parcial también, y el nombre, pues los nombres no significan nada. Un nombre también puede ser cambiado, puede ser olvidado. Yo creo que todo el mundo tiene de vez en cuando la sensación de tener un doble o incluso a lo mejor, dos dobles e incluso más. En todo caso tienes múltiples.

J.C.: Hay un libro tuyo que es extremadamente emocionante de leer, Negra Espalda del tiempo, en la que se habla de ese niño que vivió antes de que vivieras tú y como tú ocupaste ese lugar nuevo ¿puedes contar un poco?

J.M.: Bueno, a esa novela yo la llamé falsa novela cuando salió hace año y medio ahora. Es una falsa novela en la medida en que el narrador soy yo, por lo menos se llama Javier Marías y cuenta algunas cosas que son indudablemente ciertas, otras estaría por ver, y hay un momento en el cual -por seguir con esa imagen de la Negra espalda del tiempo que sería digamos el revés del tiempo, ese tiempo que no está computado, que no está registrado, por donde quizá circula lo que no ha sucedido, lo que hemos dejado de lado también lo que se malogró, lo que apenas existió, aquello de lo que apenas hay memoria- pues hay un momento en el cual se habla de un hermano mío, el mayor de los hermanos que murió con 3 años y medio, de manera muy rápida, muy inesperada años antes de que yo naciera, porque yo soy el cuarto nacido. De manera que yo no lo conocí pero a la vez es un niño que era un hermano, es decir, de haber existido sería tan hermano como mis otros hermanos, que para los niños sobre todo los hermanos son como el aire que uno respira. Entonces hay una evocación de esa muerte y hay una extrañeza ante la idea de decir alguien que realmente nació en la misma cama que nací yo, y por supuesto del mismo padre, de la misma madre ¿Por qué para el no hubo tiempo? ¿Por qué lo ha habido para mi? No tanto que uno piense que es el sustituto de nadie, porque eso no es posible, pero sí la extrañeza de decir ¿por qué para mi hubo tiempo?, ¿por qué para mi lo esta habiendo ? ¿Por qué para ese niño con tres años y medio no lo hubo?

J.C.: A mí me gustaría que me llevaras a tu cuarto de niño.

J.M.: Bueno, mi cuarto de niño era el cuarto de dos porque era también el pequeño, yo era el tercero. Una vez muerto Julianín hemos sido cuatro. Hemos sido cuatro hermanos y yo compartía el cuarto con mi hermano Álvaro, que es el menor y la verdad es que yo estuve siempre exiliado del cuarto, porque a pesar de ser el pequeño, supongo que yo tenia buen carácter o algo así y el además estudiaba música y flauta .Toca la flauta , ahora se ha hecho un flautista, toca música barroca. Entonces, con el pretexto de que ensayaba y ensayaba y ensayaba, como tu puedes imaginar, en un cuarto en el que alguien toca la flauta no se puede estar. De manera que. en cierto sentido, no tenia cuarto. Yo mas bien iba de una habitación a otra de la casa durante los años de infancia y así de prestado. De modo que en el fondo estaba un poco exiliado de mi propia casa de niño, sin que eso me supusiera ninguna cosa grave. Había otro hermano con el que jugaba mucho a las chapas, en su cuarto.

J.C.: ¿Y quien ganaba?

J.M.: Bueno, de todo. Hacíamos campeonatos de liga con las chapas .

J.C.: ¿Quién era el más habilidoso?

J.M.: Bueno, según. Una cosa que yo he contado, siendo yo muy madridista, este hermano Fernando que hoy es historiador del arte y ha hecho una biografía del Greco y otra sobre Velázquez, pues el también lo era y escogía el Real Madrid y yo jugaba con el Barcelona .

J.C.: ¿Tú eres del Barça entonces?

J.M.: No, no es que fuera del Barca. Sino que con las chapas el Barça me tocó a mi, y el Atlético de Madrid. es decir, equipos enemigos. Pero claro yo quería ganar con mis propias chapas . De modo que en las chapas si quería que ganara el Barca o el Atlético de Madrid, porque eran mis equipos de chapas.

J.C.: Debe ser porque lo he leído pero tengo siempre la imagen tuya de niño sentado escuchando a tu madre leerte cuentos. Ella al borde de la cama sentada y tú…

J.M.: Pues no se por qué. Al borde de la cama no recuerdo, quizá si. Probablemente la imagen posible no seria conmigo, sino ella con los varios hijos. Ahora que estuve hace poco en Soria donde no había estado desde hace 20 años, me ha hecho recuperar la ciudad de Soria, a la que le tenia un poco de miedo, porque los sitios de infancia a veces dan miedo volver a ellos. Y precisamente varias personas que me reconocieron allí, gente ya de edad, curiosamente, evocaron inmediatamente la misma imagen de mi madre. "Si, me acuerdo de tu madre perfectamente, tantos veranos y siempre iba rodeada de niños y con la máquina de escribir portátil en la mano, o bien en el parque escribiendo sentada en el chiringuito escribiendo y tecleando a toda velocidad en la máquina de escribir". Claro, imagino que en los años cincuenta o sesenta una imagen de una madre muy madre con 4 hijos pequeños pues no debía ser lo mas frecuente y quizá a estas personas les ha quedado esa imagen. Pero ella siempre estaba rodeada de 4 hijos, no de uno. A mí a solas con ella sería muy difícil verme.

J.C.: Esa es la imagen de la gente, tu madre rodeada de niños escribiendo.

J.M.: Sí, o llevándonos de la mano con la máquina portátil.

J.C.: ¿Y cual es tu propia imagen?

J.M.: En mi caso son muchas. Ella murió hace ya 22 años en diciembre del 77. Ella estuvo a lo largo de mis primeros 26 años de mi vida y son muchas. Quizá una de las imágenes que más me han quedado y que en cierto sentido recuerdo haberla evocado en una novela. Los novelistas evidentemente aunque no seamos autobiográficos de vez en cuando hacemos préstamos al narrador. Una de las imágenes es mi madre mientras se peinaba, se arreglaba un poco en el espejo del cuarto de baño a lo mejor con la puerta abierta tarareando. Las mujeres tarareaban mucho en mi infancia y hay una escena en Corazón tan blanco en la que se evoca ese tarareo que entonces era generalizado en la ciudad. Tarareaba todo el mundo, quizás porque no había demasiadas radios. Tarareaban las madres, tarareaban las señoras mientras se arreglaban y tarareaban las criadas y había como una especie de velo continuo sobre la ciudad de Madrid, al menos esto es lo que mas yo recuerdo de mi infancia de tarareo, de canturreo. Sobre todo por parte de las mujeres y de los jóvenes, los jóvenes silban más bien. Ahora la gente tararea poco y silba poco.

J.C.: ¿Y tu que haces cuando hay silencio?

J.M.: Silbo más que tarareo, pero vamos, no todo el rato tampoco.

J.C.: Tu padre es un gran filósofo, un personaje con el que has vivido muchísimo tiempo ¿cómo ha sido esa relación de dos masculinos en una casa en la que de pronto falta la madre de manera tan preponderante?

J.M.: Bueno, yo de hecho estaba viviendo en otra ciudad cuando murió mi madre. La verdad es que la muerte de mi madre a mi padre lo dejó muy afectado, más de lo que pueda parecer, porque por suerte ha seguido muy activo y lo sigue estando. Y hubo un momento en el cual yo volví con la idea de estar allí un poco y luego me quede compartí piso con el, como dos solteros o dos viudos, como decía yo , durante unos años, 5 o 6 años. Lo que pasa es que para mi era siempre provisional, yo había vuelto de la otra ciudad en la que estaba viviendo, provisionalmente para hacerle un poco de compañía. Luego me quedé varios años, siempre tenía la sensación de que estaba allí provisionalmente, y con las maletas a punto para irme de nuevo y así fue, además. La relación ha sido la relación de dos adultos, dos personas con una edad muy diferente, pero que comparten un piso bastante grande para no estar incómodos ninguno de los dos. Y es una persona con la que yo hablo mucho, hay muchas cosas en las que estoy en desacuerdo con el, otras muchas estoy de acuerdo. También uno se va dando cuenta a medida que uno va teniendo mas años que las cosas que uno rechaza de los padres, sus opiniones, cuando es muy joven, luego a veces se van recuperando. Los padres es una cosa curiosa, a los hijos nos cuesta mucho verlos como otra cosa que nuestros padres, de una manera un poco utilitaria. En el fondo a los padres se les utiliza casi siempre: primero como fuente de afecto, o como fuente de dinero y luego como estorbo, nos impiden una libertad que siempre queremos cuando somos muy jovencitos. Y lo que es muy difícil es imaginarlos antes de que fueran padres de alguien, tuyos o de nadie. Imaginarlos como personas y eso solamente, yo creo, llega con cierta madurez y cuando eso llega empieza uno a verlos de una manera muy distinta. Desgraciadamente para los que son padres, yo no lo soy, llega un poco tarde, me parece. ¿A ti te ha llegado? ¿El que te vean así?

J.C.: Yo creo que llega un momento en que uno empieza a aprender de los padres, cuando ellos ya no pueden enseñar nada.

J.M.: Si, pero no solo aprender. Una manera de aprender de ellos es, de pronto, verlos como personas autónomas, no como tu padre o tu madre, sino como personas autónomas que existieron antes de que tu nacieras, que es una cosa que de niño es muy difícil. En realidad, uno no imagina la existencia de los padres antes de la existencia propia o de los hermanos.

J.C.: ¿Tus padres te hicieron así?

J.M.: Me dan ganas de decir la broma de Inglaterra.

J.C.: Por ahí va la cosa.

J.M.: El título de ese libro…

J.C.: ¿Qué ha influido más en tu vida?

J.M.: No lo sé. Las influencias que uno tiene a lo largo de una vida son tantísimas, y de tanto tipo. De la misma manera que en el escritor influyen tantísimas cosas que uno lee y tantísimos autores distintos. Quizá lo que si podría asegurar con bastante certeza es que las cosas de mi vida, las cosas que a mi me interesan en la vida, me preocupan o me inquietan hace ya tiempo son las mismas que también me preocupan cuando escribo. Y eso al principio no era así, porque yo empece a publicar muy joven y entonces hacia unos primeros libros que ahora los leo como muy simpáticos y perfectamente legibles por suerte, pero muy miméticos, muy de ejercicio de estilo, muy influidos más que por la vida misma, por las lecturas que había hecho hasta entonces. Ahora, desde hace ya unos cuantos años, me he dado cuenta de que nunca escribiría sobre algo que no me interesara también a mi mismo en la vida.

J.C.: La escritura te ha llevado a la autobiografía.

J.M.: Si. No es la autobiografía, no me gusta el término autobiografía para ese libro ni para otras cosas, porque en ese libro hablo yo o habla alguien que tiene también el mismo nombre que yo y que tampoco es exactamente el mismo que está en su casa viendo el Real Madrid. Porque al estar contando ya hay un narrador, en todo caso es ficticio. Pero ese libro no es un libro de memorias, no es tampoco una autobiografía, no es la historia de mi vida, ni nada por el estilo, parece en algunos elementos , como es normal como aparecerían en cualquier novela en que el narrador ocasionalmente va contando algo de si mismo, pero en realidad lo que está contando son otras cosas.

J.C.: Javier, cuando has perdido referencias de tu infancia como Ricardo Franco o de tu juventud como Benet y Hortelano con los cuales hacías volteretas en el paseo de Recoletos de Madrid. ¿Qué han supuesto esas ausencias para ti?

J.M.: Pues mira, Ricardo Franco era primo mío. La primera película de Ricardo, que era un cortometraje que se llamaba Gospel era un cuentecito que yo había escrito. El guión lo hicimos los dos y evidentemente teniendo en cuenta lo que dije antes de que soy una persona que tiene muy presente lo que ya no está, lo que aparentemente ya no existe para mi esas personas muy cercanas, muy queridas cuando mueren pues siguen estando muy presentes, en el sentido de que me parecería absurdo dejar de contar con ellas simplemente porque ya no estén, son personas tan incorporadas a la vida de uno durante muchos años que es un poco difícil dejar de contar con ellas porque ya no estén en carne y hueso. Eso le pasa a todo el mundo, yo creo. A veces me sorprendo viendo un libro: hombre, a Juan Benet le encantaría este libro y tengo un primer impulso de comprarlo para el. Ese tipo de cosas son muy normales. También, digamos que es una cosa que a medida que van muriendo personas muy queridas, y la verdad es que no hay ninguna ventaja en ello, indudablemente es una cosa muy terrible, muy triste, realmente para cualquiera, pero si yo tuviera que decir una ventaja es que en cierto sentido cuando algunas personas que uno quiere muy bien y con las que además lo ha pasado muy bien y ha reído mucho son pasado. A uno empieza a parecerle no tan terrible la idea acabar siendo uno mismo pasado también. Yo no creo, no soy creyente y no creo en nada más allá de la vida pero si evidentemente en un pasado. Aunque solo sea eso es una dimensión distinta de la del presente. Si Juan Benet y Juan García Hortelano y tal y cual y no se que, son pasado es una cosa terrible ser pasado algún día.

J.C.: ¿De que tienes miedo?

J.M.: Pues supongo que de posibles robos, tengo mucho miedo también de que les pasen cosas terribles a la gente que yo quiero bien. Eso es una cosa que me da mas temor por las personas que yo quiero mucho que por mi mismo en general. Igual que también para mi es mucho más grave que alguien le haga daño y ofenda a una persona que yo quiero bien que si me lo hacen a mí. Digamos pues que me ofendan a mi, pues hombre, puedo acabar perdonando u olvidando, no sé. Que se lo hagan a una persona que yo quiero bien es mucho más difícil que yo lo olvide.

J.C.: Cuesta pensar ahora que tú hubieras querido ser de chico artista de circo o futbolista.

J.M.: Yo creo que cada año. Los chicos querían ser cada año una cosa: domador de leones, futbolista alguna temporada, y supongo que arqueólogo , porque la imagen de Indiana Jones, que es tan atractiva, en realidad es anterior, ya existía la imagen del explorador arqueólogo. Recuerdo un año, que pensé pues seré arqueólogo porque me veía descubriendo tumbas egipcias y cosas así. Supongo que a ti te pasaba parecido ¿no?

J.C.: ¿A que hora escribes?

J.M.: Algunos de mis libros los he escrito a las horas de basura, para alguna gente, porque sigo siendo noctámbulo. Me acuesto tarde y por tanto no me levanto tampoco muy temprano y a veces pues escribo de 12 o 12 y media a tres o incluso de una si me he levantado un poco tarde o he tenido cosas que hacer antes de poderme poner ante la máquina, pues de una a tres que creo que para mucha gente, en cambio, es como el final de la jornada matutina y es un rato antes de comer. Y muchos de mis libros los he escrito entre doce y tres.

J.C.: A mano además…

J.M.: No, a máquina y corrijo a mano.

J.C.: Y ni ordenador ni nada de…

J.M.: No, ordenador no.

J.C.: ¿Te llena la vida la escritura?

J.M.: No, no en absoluto.

J.C.: ¿Qué más hay?

J.M.: Pues supongo que las cosas que hay en la vida… Desde luego si algún día llega a suceder que la escritura es lo único que hay, o realmente lo tan primordial que casi borra otras cosas en mi vida, me parecerá que he fracasado. La escritura esta muy bien, yo me lo paso bien escribiendo si no fuera así no lo haría, no entiendo a esos escritores que dicen que lo pasan fatal, que sufren. Hombre hay momentos en que a uno le cuesta escribir algo, por la intensidad de lo que esta escribiendo o incluso por algún tipo de dificultad técnica que uno mismo decide. Hay momentos de disfrutar y de pensar cosas que uno no hubiera pensado sin duda alguna de no estar delante de la maquina. Pero si eso fuera lo único a mi me parecería una vida muy estúpida y muy pobre. Si no escribo - normalmente no empalmo una novela con otra sino que dejo pasar bastante tiempo entre el final de una y el comienzo de la siguiente estoy muy tranquilo- no me pasa nada. Veo a mis amigos, veo a mis amigas, veo fútbol, veo cine, oigo mucha música que me gusta mucho, salgo a tomar cervezas.

J.C.: Y de las cosas de la vida ¿qué es lo que te hace más feliz?

J.M.: Pues no sé, supongo que muchas de esas cosas que he mencionado. Me hacen bastante feliz cosas como meterme en un cine e incluso ponerme un vídeo, porque últimamente veo mas en vídeo que en una pantalla grande, o a veces oír música o también reír con amigos o, por supuesto, ver un partido de fútbol bueno- últimamente no son muy buenos-, tampoco es que las películas sean tan buenas pero el vídeo te permite volver a ver algunas películas clásicas, cosa que en cambio con los partidos de fútbol no sucede.

J.C.: ¿Lees mucho?

J.M.: Leo bastante, menos de lo que yo quisiera. La verdad es que uno de los pequeños inconvenientes de ser escritor es que cuanto más escribe uno menos puede leer y eso es una cosa que no me gusta porque yo soy mas lector que escritor como por otra parte todo el mundo. Yo he leído mas libros que jamas escribiré, eso no cabe ninguna duda y seguiré leyéndolos y no me gusta mucho. No se, tengo que hacer algo al respecto porque leo bastante menos de lo que me gustaría, de lo que solía hacer hace unos años.

J.C.: Javier, tu eres un verdadero personaje privado ¿Te conoce bien la gente?

J.M.: Privado ¿cómo privado? Todos somos personajes privados.

J.C.: Si, pero quiero decir que tienes la privacidad muy metida en ti mismo. ¿Te conoce bien la gente a ti?

J.M.: ¿Qué quieres decir con la gente? ¿Los lectores?

J.C.: Los que nos están mirando ahora.

J.M.: No, no creo ,y ¿por qué habrían de conocerme bien? ¿por qué me habría de conocer nadie que no me conozca realmente bien en persona?

J.C.: Para quererte mas.

J.M.: No se, yo creo que a la gente se la conoce en persona. Los escritores en concreto, la imagen pública que se pueda tener de ellos es una imagen de tinta y papel, y de esa manera no se conoce a nadie. Se conoce mucho de un escritor, más que de un director de cine, mas que de un músico, leyendo sus libros. Porque igual que cuando uno lee una carta de alguien se ve mucho a la persona que escribe una carta, incluso se la ve más que hablando con esa persona ,pues también en una novela que es ficción y no esta propiamente el escritor. A todos los que somos buenos lectores nos ha ocurrido tener una sensación de conocer mucho a un autor sobre todo si nos entusiasma. Es una cosa en el fondo maravillosa. No sé si le damos habitualmente la importancia que para mi tiene. A mi me parece una especie de milagro, es decir, la posibilidad de poder acompañar el flujo del pensamiento de un novelista, de Montaigne por ejemplo, poderlo acompañar, verlo, porque claro según vamos leyendo lo vemos nacer, lo vemos hacerse. Precisamente la lectura tiene esa cosa maravillosa de que parece que la cosa se este haciendo en el momento en que uno la lee. Entonces, poder acompañar el pensamiento, las cavilaciones, de alguien que murió hace cuatro o cinco siglos, evidentemente es una cosa extraordinaria, en el fondo me parece una cosa milagrosa a la que no damos tanta importancia como debiéramos. Lo mismo sucede con gente contemporánea a la que uno no tiene la suerte de conocer. Pero bueno uno puede leer los libros de Nabokov y aunque muriera hace 20 años seria como si fuera Homero.

J.C.: Como rey de Redonda que eres debo decirte …

J.M.: Un rey republicano.

J.C.: Pues majestad, encantado de conocerte.

J.M.: Pues lo mismo digo.

J.C.: Muchas gracias.

J.M.: A ti.

 

 

Entrevista realizada por Juan Cruz

Programa Personaje Privado, 2000

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