Todas
las almas coincide con un nombre bien conocido en Oxford, All Souls,
y esta novela cuenta la historia de los dos brumosos y singulares años
que el narrador pasó en su Universidad. Oxford es una ciudad que
está fuera del mundo y fuera del tiempo, y fuera de ambos viven
los cautivadores personajes que son a la vez testigos y contenido de esa
historia: la amante casada del narrador, Clare Bayes, una mujer condicionada
por algo a lo que asistió pero que no recuerda y con poca consideración
hacia quienes trata a excepción de su hijo, el niño Eric;
el amigo Cromer-Blake, homosexual irónico que vive fabricando experiencias
intensas para una vejez que prevé solitaria; el ya retirado y sagaz
profesor Toby Rylands, que parecía decir tantas verdades y tenía
tras de sí una vida de aventura y conocimiento; y muchos otros,
algunos burlescos y extraordinariamente divertidos, hasta llegar al personajes
que viene de otro tiempo, el hombre que pudo ser rey, el enigmático
escritor John Gawsworth, del cual incluso aparecen dos fotografías
en el libro. En
este ficticio exilio del narrador, lleno de encuentros y relaciones de
amor y amistad, van surgiendo con creciente fuerza dos elementos que acabarán
dando forma a todas esas existencias: las relaciones consanguíneas
y lo que ocurrió en el pasado, un pasado que para muchos de los
personajes, el narrador entre ellos, tiene raíces meridionales.
Así, un puente ferroviario sobre un río en la India, unos
amantes desdichados, una carrera de espía, una infancia madrileña
o la casi invisible isla de Redonda, perdida en las Antillas, son algunos
de esos elementos pasados y meridionales que, ajenos a Oxford, determinan
la vida sin tiempo de quienes allí habitan.
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