No
sé si contaros mis sueños. Son sueños viejos
pasados de moda, más propios de un adolescente que de un ciudadano.
Son historiados y a la vez precisos, algo despaciosos aunque de gran
colorido, como los que podría tener un alma fantasiosa pero
en el fondo simple, un alma muy ordenada. Son sueños que acaban
cansando un poco, porque quien los sueña despierta siempre
antes de su desenlace, como si el impulso onírico quedara agotado
en la representación de los pormenores y se desentendiese del
resultado, como si la actividad de soñar fuese la única
aún ideal y sin objetivo. No conozco así, el final de
mis sueños, y puede ser desconsiderado relatarlos sin estar
en condiciones de ofrecer una conclusión ni una enseñanza.
Pero a mí me parecen imaginativos y muy intensos. Lo único
que puedo añadir en mi descargo es que escribo desde esa forma
de duración -ese lugar de mi eternidad- que me ha elegido |