(Encuesta de la revista NICKEL ODEON Núm.14 primavera 1999)

 

 

 

(Encuesta de la revista NICKEL ODEON Núm.16 otoño 1999)

 

 

"El pequeño Mr. Welles", en NICKEL ODEON, Núm.16, y en VIDA DEL FANTASMA, Alfaguara, 2001.

"Frívolamente", en SERÉ AMADO CUANDO FALTE, Alfaguara, 1999.

 

 

 

(Encuesta de la revista NICKEL ODEON Núm.17primavera 2000)

 

 

 

(Encuesta de la revista NICKEL ODEON Núm.13 invierno 1998)

 

 

 

(Encuesta de la revista NICKEL ODEON Núm.15 verano 1999)

 

Acerca de otros actores y actrices

 

"Todos los actores muertos", en SERÉ AMADO CUANDO FALTE, Alfaguara, 1999.

"Suspiros terrenales", en NICKEL ODEON N.2 y en VIDA DEL FANTASMA, Alfaguara, 2001.

"El hombre que parecía no querer nada", en el libro del mismo título, Espasa Calpe, 1996 y en VIDA DEL FANTASMA, Alfaguara, 2001.

"El amo sobrenatural del mundo" y "Caballero engañado" en VIDA DEL FANTASMA, Alfaguara, 2001.

"Los que sólo desaparecen", en El SEMANAL, 15 de julio de 2001.

 

 

Otros escritos de cine

 

"La fiesta de los impostores", en SERÉ AMADO CUANDO FALTE, Alfaguara, 1999.

"Al servicio de la pasta", "Ïdolos de la aberración" y "Por qué detesto el teatro", en A VECES UN CABALLERO, Alfaguara, 2001.

"Ni mérito ni misterio", en EL SEMANAL, 11 de marzo de 2001.

"Nota para aficionados al cine", en MAÑANA EN LA BATALLA PIENSA EN MÍ, Alfaguara, 1996.

 

 

Más escritos con alusiones cinematográficas

 

"El triunfo de la seriedad" y "Una jornada en Madrid" en VIDA DEL FANTASMA, Alfaguara, 2001

"Ficción y recuerdo" y "Aspirantes a usurpadores", en MANO DE SOMBRA, Alfaguara, 1997.

"El efecto Apley", en MANO DE SOMBRA, Alfaguara, 1997 y en EL HOMBRE QUE PARECÍA NO QUERER NADA, Espasa Calpe. 1996.

"Dublín vislumbrado", "El servilismo de la risa", "Tres héroes", y "Nunca con las mismas armas", "No todos los artistas son unos mamarrachos"en SERÉ AMADO CUANDO FALTE, Alfaguara, 1999.

"Quisquillosas tribus", "El imperio de lo gili", "Este reino junto al mar", "Lo esencial y lo secundario", "Horrores contemporáneos", "Notas sin pie de página","Mirando hacía atrás", en A VECES UN CABALLERO, Alfaguara, 2001.

"La risa mayor", en El SEMANAL, 15 de abril de 2001

"El ansioso y el ambicioso", en EL SEMANAL, 10 de junio de 2001.

"Bajo la luz de gas", en EL PAÍS, 12 de julio de 2001.

Prólogo de LOS DOMINIOS DEL LOBO, Alfaguara, 1999 y en EL HOMBRE QUE PARECÍA NO QUERER NADA, Espasa Calpe, 1996.

Prólogo de EL HOMBRE SENTIMENTAL, Alfaguara, 1999 y en EL HOMBRE QUE PARECÍA NO QUERER NADA", Espasa Calpe, 1996.

"Menos escrúpulos", en CUANDO FUI MORTAL, Alfaguara, 1996 y en el audiolibro NO MÁS AMORES, Alfaguara, 1997.

"Mala índole", Plaza y Janés 1999 y en CUENTOS DE CINE, Alfaguara, 1996.

 

 

Polémicas

 

Con Elías y Gracia Querejeta, sobre la supuesta adaptación al cine de "Todas las almas".

"El novelista va al cine" y "El novelista se sale del cine", en VIDA DEL FANTASMA, Alfaguara, 2001.

"Los malditos detalles", en MANO DE SOMBRA, Alfaguara, 1997.

Con el escritor Antonio Muñoz Molina, sobre la violencia en el cine a propósito de la película "Pulp Fiction" de Tarantino.

"Y encima recochineo" y "La risa y la moral:Una contrarréplica a Muñoz Molina", en VIDA DEL FANTASMA, Alfaguara, 2001.

 

 

Curiosidades

 

.La revista ZOETROPE del director de cine Francis Ford Coppola, ha publicado dos relatos de Javier Marías: "Lo que dijo el mayordomo"(What the butler said), en el volumen 1, número 2 -versión sonora en la página web-, y "Sangre de lanza" (Blood on spear), en el volumen 3, número 4, al que está dedicada la portada de la revista.

"Tú a Tonga y yo a Kiribati", en SERÉ AMADO CUANDO FALTE, Alfaguara, 1999.

Colecciona bandas sonoras de películas.

"Música en la retina", en MANO DE SOMBRA, Alfaguara, 1997.

"La penumbra de Dean Martín" y "Música para camaleón", en SERÉ AMADO CUANDO FALTE, Alfaguara, 1999.

 

.Posee más de dos mil cintas de video.

 

Algunos de sus fetiches cinematográficos

 

Una caja de cerillas de 1917, con la inscripción "J.W. Muir".

Una pitillera que perteneció al actor Robert Donat.

Un fotograma de "Grupo salvaje" de Peckinpah.

Una fotografía de Basil Rathbone encarnando a Sherlock Holmes.

"El primer paso hacia la ruina", en MANO DE SOMBRA, Alfaguara, 1997

 

Cinéfilos en el Reino de Redonda

Pedro Almodóvar, Duke of Trémula.

Guillermo Cabrera Infante, Duke of Tigres.

Francis Ford Coppola, Duke of Megalópolis.

Agustín Díaz Yanes, Duke of Michelín.

Fernando Savater, Duke of Caronte

Miguel Marías. Prisoner of Zenda Royal/Real Prisionero de Zenda.

Augusto Martínez Torres. Honorary Citizen of Redonda/Ciudadano honorario de Redonda.

 

 

Declaraciones de cine

 

- ¿Qué personaje famoso le hubiera gustado ser?

Cary Grant. Y, entre los de ficción, Sherlock Holmes.

- ¿Cuál es su director de cine preferido?

Alfred Hitchcock.

- ¿Quién es su actor y actriz favorita?

John Wayne y Audrey Hepburn. Inposible que trabajaran juntos, otra desgracia.

- ¿La mejor película que ha visto? :

El río de Jean Renoir. O tal vez El fantasma y la señora Muir de Joseph L. Mankiewicz.

(Entrevista para STAR MAGACINE, finales de 1993)

 

- La película que más le marcó.

Cuando hablo de mi película favorita, no quiero decir que me parezca la mejor, es aquella por la que siento una debilidad, que me emociona siempre que la veo.

El fantasma y la señora Muir, tiene una particularidad y es que uno desea desesperadamente la muerte de la protagonista contra la cual, sin embargo, no tiene nada.

(Elegir una emoción., por Guillermo Altares. BABELIA. EL PAÍS. 23 diciembre 1995)

 

- ¿Qué películas entre los últimos estrenos, expresan mejor las complejidades del amor?.

Me conmoví profundamente con "Los puentes de Madison County". Y recuerdo "El fantasma y la señora Muir" como la más romántica y desoladora a la vez. Un fantasma que se enamora de una mujer con la que no puede concretar nada. Uno, viendo la película y sin tener nada en contra de la señor Muir , está deseando que se muera.

(Entrevista de la revista TELVA a Javier Marías y Amparo Larrañaga, por Concha Albert. Mayo 1996)

 

- Pasión cinéfila inconfesable:

Admiración por las comedias de Doris Day.

(Cuestionario de CINELANDIA, por Cecilia Ballesteros. EL MUNDO, 18 Mayo l996)

 

- Una película de ahora:

"La edad de la inocencia".

- Director de cine favorito:

John Ford.

- Actor y actríz favoritos:

Cary Grant y Audrey Hepburn.

(Revista QUÉ LEER, Junio 1996. Entrevista de Jorge Cominges)

 

- Una secuencia cinematográfica inolvidable:

En "El fantasma y la señora Muir", de Mankievicz, hay un monólogo maravilloso cuando Rex Harrison, el fantasma, se despide de Gene Tierney, la señora Muir, cuando está dormida.

-Un director de cine para dirigir "Corazón tan blanco":

Martín Scorsese.

(Revista QUÉ LEER, Septiembre 1997. Entrevista de Óscar López)

 

-¿Su mejor instrumento contra la melancolía?

Ponerme en el vídeo una escena de la película "Indiscreta", en que Gary Grant baila una danza escocesa completamente hilarante.

( MUJER DE HOY, febrero 2000, Entrevista de G. Sabbah.)

-¿Qué es lo que tanto le gusta de "El fantasma y la señora Muir"?.(y gracias por haber dicho lo que alguien tenía que decir sobre "Bailar en la oscuridad").

Lo he explicado largamente en el artículo del mismo título, incluido en mi libro "Vida del fantasma". No sé añadir más. En cuanto a esa otra película, no crea, mucha gente me ha tachado de insensible, canalla, cruel, rufián, mentecato y demás por ello.

(Entrevista en INICIA, 11 de mayo de 2001).

-¿Se volverá a atrever usted a que hagan alguna otra adaptación cinematográfica de alguna de sus novelas?.

Sí, por qué no. De hecho está contratada "Corazón tan blanco" para el cine. Pero aún no se sabe quién la va a dirigir, la cosa es reciente. (Está contratada con una productora extranjera, no teman).

(Contestación en exclusiva para la Real Zona Fantasma de las preguntas no incluídas en el chat de INICIA.1l de mayo de 2001)

 

 

Una obra impregnada de cine

 

"Creo que la afición alcanzó su apogeo justamente a causa de la literatura y su práctica Como he contado en algún otro sitio, mi primera novela publicada, Los dominios del lobo, fue una mezcla de homenaje y parodia del cine americano de los años cuarenta y cincuenta, y decidí que para escribirla debía estar en permanente y exhaustivo contacto con el material elegido como fuente de inspiración. Así que me escapé a París porque, no existiendo el vídeo en 1969, esa ciudad ofrecía la programación incomparable de la Cinematografía de Henri Langlois y la de los famosos "cinestudios", que la cambiaban a diario con excelente gusto, y aunque disponía de poco dinero, me las arreglé para ver ochenta y cinco películas en mes y medio, eso sí, a base de no comer apenas y destinarlo todo a las entradas correspondientes. Por fortuna para mi alimentación, obtuve un pase gratis para la Cinemateca gracias a Roberto Pujadas, alguien de quien tan sólo recuerdo el nombre; y hace poco supe que ese hombre había muerto: no recuerdo su rostro, pero se lleva para siempre mi agradecimiento.

Aquella primera novela, publicada con diecinueve años, en 1971, era seguramente mucho más cinematográfica que literaria: el estilo era corto y seco, sin casi adjetivación, los diálogos rápidos y cortantes, los personajes americanos, consciente y deliberadamente inspirados en los de infinitas películas inolvidables. Creo que incluso podría rastrear las fuentes principales de cada uno de los capítulos, y en todo caso sé que en ese libro están presentes El buscavidas y Dulce pájaro de juventud, Desde la terraza y Con la muerte en los talones, Lo que el viento se llevó y Pasión bajo la niebla, Un magnífico bribón y Esplendor en la hierba y mil más. También puedo rastrear modelos literarios, Faulkner y Hammett y Dos Passos y Van Dine y O'Hara, pero casi siempre en sus literales o aproximadas transposiciones cinematográficas. Y lo cierto es que -ahora lo recuerdo- mi primerísima novela, nunca publicada por suerte y escrita a los quince años, iba dedicada a Delphine Seyrig, aquella actriz francesa de quien debí de enamoriscarme en El año pasado en Marienbad.

Los dominios del lobo fue una novela irrepetible, y además me hice consciente, tras su existencia pública, de que debía centrarme más en el material que manejaba, las palabras y no las imágenes. No he vuelto a hacer ningún libro tan descaradamente cinematográfico como aquél, pero rara es la novela mía en la que no aparezca alguna película mencionada o aludida o vista por los personajes en una televisión. También es raro que no haya en ellas alguna escena o pasaje que, calladamente no sea deudor de algo contemplado en la oscuridad de una sala y retenido en la memoria para siempre jamás.

Yo sé bien, por ejemplo, que un importante episodio de mi novela Todas las almas, una escena en un puente ferroviario sobre el río Yamuna o Jumna que atraviesa la ciudad de Delhi en la India, no habría existido si en mi cabeza no estuviera siempre presente la atmósfera de una de mis películas predilectas, El río de Jean Renoir, y esa misma escena, en la que dos personas debieron saltar desde el puente al agua y sólo una de ellas lo hizo, también está relacionada con Vértigo de Hitchcock, como no es difícil suponer. También sé bien que la observación de la frase de Shakespeare "Mis manos son de tu color; pero me avergüenzo de llevar un corazón tan blanco", que es citada y analizada y da título a mi novela Corazón tan blanco, proviene en primera instancia no de una relectura de Macbeth, sino de la visión del Macbeth de Welles una noche en que, en vez de salir, me quedé en casa viendo la televisión. En más de una ocasión me he preguntado si ese libro habría existido de haber quedado yo a cenar fuera esa noche, y estremece pensar lo azarosos que pueden ser los orígenes, o -como los llamaba Nabokov- "los primeros latidos" de una novela. En Mañana en la batalla piensa en mí, por su parte, se alude, sin mencionar el título, a la visión en la tele por parte del narrador, Víctor Francés, de un fragmento de Ricardo III de Laurence Olivier, película no extraordinaria pero sólida y con unos actores inmejorables (Claire Bloom, John Gielgud) y cuya más inquietante escena es aquella en la que los fantasmas de sus asesinados lanzan sobre el rey Ricardo su maldición: "Mañana en la batalla piensa en mí, y caiga tu espada sin filo: desespera y muere".

Jerry Lewis y Sean Connery, George Sanders y Jack Palance han aparecido a veces en mis novelas para ayudar a describir a un personaje (las menos) o como mera sugerencia de un error o una amenaza. Entre cinéfilos se ha dado una confusión prolongada y curiosa respecto a otra escena de esa misma novela. Mientras una mujer agoniza y muere en las primeras páginas del libro, la televisión, puesta pero sin sonido, deja ver "la cara estulta de Fred MacMurray" y "el rostro avieso de Barbara Stanwyck" sobre los subtítulos. Hace tan sólo unos días un lector anónimo me dejó un mensaje en el contestador informándome, por si yo no lo sabía, de que esa película tenía que ser por fuerza Perdición de Billy Wilder, e incluso me decía en qué fecha y en qué cadena se había emitido. No ha sido el único en ver una referencia a esa obra tan traicionera y oscura de Wilder. Y sin embargo cuando yo escribí ese episodio no había visto jamás Perdición. Sí había visto poco antes, en cambio, una comedia de Mitchell Leisen de 1939, nada sombría ni desleal, con esos mismos protagonistas y guión de Preston Sturges, y era a esa película, Recuerdo de una noche, y no a la más famosa y posversión Double Indemnity a la que yo hice alusión. Cuando me di cuenta de que coincidía el reparto le pedí a un amigo que me la prestara en vídeo por si acaso debía evitar a toda costa la confusión posible. Debo decir que tras verla no encontré motivo para rehuirla. Al contrario; aunque ahora deshaga el equívoco ante los curiosos en las líneas.

Pero de la película de la que sí se habla muy explícitamente en Mañana en la batalla piensa en mí es de otra adaptación shakespeariana, quizá la más fiel en espíritu de cuantas se han hecho en la historia del cine. En la novela, el personaje llamado el Único, Only You, Only the Lonely y otros apodos -un rey- ha visto esa película, asimismo empezada en la televisión, y se lamenta de la imposibilidad de verse retratado en vida de manera semejante y tan memorable -artísticamente, en una palabra- como en Campanadas a medianoche de Welles lo son los monarcas ingleses Enrique IV (John Gielgud una vez más) y Enrique V {Keith Baxter). y uno de los motivos de la novela proviene de ahí, de esa película y de una de las escenas más tristes y despiadadas de la historia de la literatura y del cine, aquella en la que el viejo y gordo Falstaff, mentor y compañero de correrías del Príncipe Hal, se ve rechazado, negado y abominado por su pupilo una vez que éste ha sido coronado y ya no es príncipe ni se llama Hal, sino Enrique V y es por tanto rey: "No te conozco, viejo", le dice ese rey al bribón, "No sé quién eres ni te he visto en mi vida, no vengas a pedirme nada ni a decirme dulzuras porque ya no soy lo que fui, y tú tampoco lo eres. He dado la espalda a mi antiguo yo, así que sólo cuando oigas que vuelvo a ser el que he sido acércate a mí y tú serás el que fuiste". Y Orson Welles como Falstaff es la imagen del desengaño y de la credulidad traicionada, lo que llevarán a la muerte, sin posibilidad de volver a acercarse a su niño ni de volver a ser el que fue; sin posibilidad de contarse el final de su historia como siempre había pensado, engañándose, que un día no tan lejano debería ser. Todos los días llegan, y casi nunca son como prometieron ser."

(En "Todos los días llegan", en VIDA DEL FANTASMA, Alfaguara, 2001).

 

 

 

 

 
 
 
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